miércoles, 19 de diciembre de 2012

BEHOBIA-SS





Me contaba mi tío que un día, cuando la gente empezaba a salir a correr por las calles y caminos de manera habitual, al cruzarse con uno de estos corredores populares, mi abuelo, agricultor de largo recorrido, le dijo que estaban todos locos, que con la cantidad de cosas que hay que hacer todos los días no podía ser que alguien, además, se pusiera a correr. Pues hoy, si mi abuelo estuviera aquí, me diría que estoy como una auténtica regadera.

Empecé a correr, después de odiarlo durante años, por una necesidad física y psicológica. Después de horas y horas de estar metido estudiando en un cuarto, necesitaba salir a la calle y quemar todas las energía acumuladas. Así, día tras día, de a poco, me fui aficionando. 

Por el momento, mi máximo logro ha sido correr varias medias maratones. He disfrutado como un enano haciéndolo y correr la Behobia, la mítica carrera de San Sebastián, iba a ser todo un acontecimiento a sumar a todos los anteriores.

Nos lanzamos a la carretera y las nubes presagiaban un fin de semana pasado por agua...






Hasta Vitoria, donde habrá que volver, nos recibió jarreando. Por si acaso, antes de llegar a Donosti, tras pasar por la afamada Tolosa de los Labayén de toda la vida, hicimos un alto de reposición en Astigarraga. Coñe, qué no todo va a ser correr. Las imágenes hablan por sí solas:











San Sebastián amanecía con alegría dándonos la bienvenida y para estirar las piernas decidimos acercarnos a Hondarribia y subir al Jaizkibel. Las nubes abortarían nuestro objetivo, pero nosotros teníamos una manera de pasar la tarde igual de entretenida.





















Pues eso, que nos fuimos a la capital, nos dimos una vuelta, nos tomamos unos auténticos pintxos y a por el dorsal a Anoeta.













El día de la carrera amaneció oscuro, gris... vamos, como la panza de un burro. No paraba de llover y el viajecito hasta Irun en el topo fue de todo menos cómodo. Eso sí, alguno había cogido buenas fuerzas con unos platazos de pasta de importante volumen.

En Behobia la espera fue dura, sin parar de llover, bajo el techo de una gasolinera y, cuando tocó a nuestro color, M.M. y yo nos pusimos en marcha. Costó calentar, aproximadamente dos quilómetros, pero puestos a la faena, al final fuimos cogiendo ritmo.

La carrera es dura, pero el espectacular ambiente que la rodea la convierte en un recuerdo imborrable. Hay quien para toda la vida guardará en la memoria el momento en que comenzó a ver las farolas de San Sebastián, alcanzó el nivel de la playa y giró a su izquierda para enfrentarse al último quilómetro y pico de la prueba.










Los tiempos quizá sean lo de menos. Algunos bajaron sus marcas, otros se mantuvieron y otros alcanzaron su objetivo de terminar una prueba cuya preparación les costó un buen esfuerzo. Pero sin duda alguna, lo mejor de toda la carrera fue el fin de semana espectacular que pasamos seis amigos en un marco incomparable. Esto va a haber que repetirlo. 

Partimos hacia diferentes puntos de la geografía peninsular en pro de nuestras obligaciones laborales, pero el domingo se despedía de nosotros en Guipúzcoa de la mejor de las maneras en el mismísimo día de San Martín, que al final siempre llega.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué fotos mas chulas y qué pasada de crónica. Me muero de envidia. El año que viene me apunto!!