lunes, 20 de diciembre de 2010

Trans-Guadarrama (II) -le grand déluge-

La lluvia ha dejado de golpear con insistencia la tela de la tienda y para ser nuestro primer día de caminata se está haciendo demasiado tarde. Trato de despertar con alegría a mis compañeros de viaje, pero la noche ha sido de lo más movidita. El panorama es desolador. La Festitent con un charco enorme en la mitad de la lona; la desmontamos, la sacudimos y la dejamos bajo los primeros rayos de sol, tenues, para ver si conseguimos que se seque lo máximo posible. Desmontamos la otra tienda y nos bajamos a desayunar al bar. Un poco de energía para nuestra primera etapa. Visita rápida a la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, donde se conmemora una batalla de guerra de independencia, y a recoger el resto de trastos.
El "charquito"

Nuestra Señora de la Soledad con la mochila en la puerta


Comenzamos a andar realmente tarde y la visión de la niebla subiendo desde el valle nos preocupa. Los primeros pasos se hacen pesados. La mochila está llena hasta los topes y ya para entonces empezamos a pensar en abandonar la Festitent debajo de cualquier árbol. Pronto ascendemos 200 metros para situarnos en los 1.600 m. El hecho de que esté nublado nos permite andar con mayor ligereza pero, aunque la niebla nos ha abandonado, sigue estando presente un poco más abajo, en el madrileño valle del Lozoya.




El camino nos lleva, primero por un frondoso bosque y posteriormente entre subidas y bajadas, por la linde entre las provincias de Madrid y Segovia. Nos paramos un par de veces para recuperar fuerzas y pasamos junto a Colgadizos, ya a 1833m. Es una apacible mañana, un tanto gris, pero la conversación nos hace ameno el camino. Cambiamos pronto de PR, del 34 al 33 y tras las revueltas para subir hasta la peña Berrocosa (que nosotros tomamos en línea recta) descendemos cautelosamente hacia el Puerto de Linera. La visión del valle del Lozoya es preciosa, con las nubes descargando lluvia por debajo nuestro. Una estampa espectacular.



Valle del Lozoya cubierto por la lluvia


Sin embargo el problema se acerca a nosotros paulatinamente. Toca ascender hasta los 2100 metros del Reajo Alto, pero las primeras gotas de la lluvia que hemos conseguido esquivar hasta ese momento comienzan a caer sobre nosotros. Nos refugiamos tras las paredes de un antiguo corral de ganado para recuperar algo de fuerzas, SP tiene hambre, como no puede ser de otra manera (a cada cual su don). Retomamos el camino, sigue lloviendo y el viento se torna más molesto a cada paso. Poco a poco el cielo se va ennegreciendo y comenzamos a oir, a lo lejos, los primeros truenos. En el valle llueve con intensidad, pero a nosotros todavía no nos ha alcanzado la peor parte.

De repente el cielo se encapota, todo se oscurece, contamos los segundos entre rayos y truenos y cada vez son menos. Comienza a llover con fuerza y nos ponemos nuestras capas de agua. Todavía nos queda bastante camino y aunque vamos descendiendo líneas de nivel en el mapa dentro del cómputo global, nos enfrentamos a continuas subidas y bajadas.

En la montaña nunca hay que perder la calma. Siempre hay alguna solución. Alguna vez, con mi amigo Javi, me he perdido relativamente (siempre sabíamos más o menos donde estábamos), nos hemos encontrado con caminos que no eran, lluvia, nieve y heladas, 11 grados bajo cero en un refugio sin calefacción... pero siempre hay alguna manera de salir. Sin embargo, lo que realmente me da un miedo atroz son las tormentas eléctricas y en ese momento nosotros estábamos justo debajo de una de ellas. No tenemos más opciones que, o seguir caminando lo más rápido que pudiéramos, o aplicar alguna de las técnicas de montaña cuando hay tormenta eléctrica que, dado la hora que era y los más de 10 quilómetros que nos quedaban por andar junto con la lluvia arreciando con fuerza, nos conduce a un problema mucho más gordo.

En un momento y sin que se oiga una sola palabra, todos empezamos a andar más rápido. Se ha puesto a diluviar con fuerza minutos antes, pero a ninguno nos importaba ya esa nimiedad. Sólo pensamos que después de tantos años de esfuerzos y estudio ninguno de los tres vamos a poder recoger nuestros diplomas por culpa de un rayo traicionero. Además, como no somos suficientemente masoquistas, a alguno todavía se le ocurre recordar de viva voz los porcentajes de muertos por rayos en nuestro país a lo largo de un año o a preguntar que si un rayo cae a quién prefiere, a un pino o a un senderista. Nunca he visto a nadie andar tan rápido con mochilas de 50 litros como lo hacemos nosotros. Son momentos de angustia y miedo y yo sólo pienso en lanzar el bastón lo más lejos posible para que no actúe de pararrayos.

Nuestro esfuerzo ve su recompensa cuando comenzamos a notar que la tormenta se aleja, pero es sólo un espejismo. En realidad nos persigue. Después de un descenso del ritmo nos tenemos que poner a andar de nuevo a paso ligero. El diluvio universal no ceja en su empeño de caer sobre nuestras cabezas... ¿no serían verdad los miedos del jefe de la aldea de los irreductibles galos?

Llegado un momento la tormenta eléctrica, tal y como había llegado hasta nosotros, se va. Eso sí, el agua se queda haciéndonos compañía. Todavía nos quedan algunos quilómetros para llegar a nuestro destino. Las capas de agua de alguno de nosotros ya no aguanta más y las botas de algún otro parecen una balsa de desagüe más que cualquier otra cosa. El cansancio es patente. No sólo la dureza del camino nos ha sorprendido en la primera etapa, sino que además la tensión de la tormenta ha acabado con nuestra paciencia. Collado tras collado parece que llegamos a nuestro objetivo, pero el destino final se resiste. Llegadas las 7 de la tarde, comenzando a oscurecer, nos damos un collado de margen para tomar alguna decisión, pero al final de la cuesta, tras descender por el sendero de nuevo a 1774 m, encontramos la carretera de Lozoya a Navafría y en una de sus márgenes el refugio de la sociedad de esquí nórdico.

Qué gran alivio llegar hasta allí 35 quilómetros más tarde. Mientras SP y yo buscamos la fuente cercana para hacernos con agua, PPG trata de entrar en calor y deshacerse de la tiritona que le asedia. Rellenadas las botellas, con ropa limpia y caliente (y yo una ducha previa que no se la salta ni un gitano por mucho frío que haga... comiéndoles la moral a mis compañeros, todo sea dicho de paso), montamos la tienda en el porche del refugio -que está cerrado y a cuyo interior resulta imposible acceder-. Con el hornillo nos preparamos la cena y debatimos sobre qué hacer al día siguiente. Las previsiones no son muy buenas y sólo llevamos un día caminando. Al final nos metemos en el saco sin decidir nada. La mañana siguiente nos dará seguro por sí misma la respuesta. Ahora toca descansar de un día muy largo y de nuestro diluvio particular.


La tienda montada dentro del porche del refugio

Preparando la cena



... (CONTINUARÁ)

martes, 14 de diciembre de 2010

Trans-Guadarrama (I)

Esta historia comenzó a forjarse durante el pasado verano. En los momentos muertos del trabajo y durante las aburridas tardes prematuramente oscuras y solitarias de la mitad del mundo, a muchos quilómetros del hogar, a cualquiera comenzarían a ocurrírsele planes diversos y emocionantes que hacer realidad tras la vuelta a casa.

Quien haya seguido las entradas publicadas hasta ahora se habrá dado cuenta de que una de mis aficiones es la montaña, sería absurdo negarlo. Hay mucha gente que siente la poderosa atracción que las montañas ejercen sobre el ser humano. Hay quien escala, hay quien asciende hasta los picos más altos del planeta, hay quien las baja sobre una o un par de tablas, una bicicleta o un parapente y hay quienes, como yo, nos conformamos con calzarnos las botas y patear caminos y senderos sin descanso. De entre todos éstos hay una pequeña porción que cuenta sus aventuras en la red (maravilloso cruce de caminos, crisol de experiencias).

La conjunción de ambos factores descritos con anterioridad llevó a que, inspirarándome en la idea de unos montañeros madrileños, le propusiese a mi amigo SP, en la otra punta de Iberoamérica (o América Latina, no hace falta ser más papista que el papa), la realización de tan magna empresa. ¿La idea? recorrer la sierra de Guadarrama de noreste a suroeste, siguiendo su perfil montañoso, desde el puerto de Guadarrama hasta el mismo monasterio de El Escorial.

Durante un mes aproximadamente le sacamos punta al concepto -o conceto, como diría alguno- y poco a poco fuimos perfilando cuál sería la vía de ataque. Alrededor de 130 quilómetros en cuatro o cinco días de mochila y tienda a cuestas. Durante las semanas de preparación se unió PPG a la expedición y el día indicado partimos los tres intrépidos senderistas hacia desconocidas aventuras.

Desde Madrid, gracias a mi hermano, que nos llevó en coche, llegamos al puerto de Somosierra, previo avituallamiento en una gran superficie comercial para todos los días de marcha. Lo primero que hicimos al llegar fue buscar un lugar donde plantar la tienda a resguardo de miradas incómodas para poder descansar tranquilamente. Identificado el sitio nos acercamos al bar del puerto y con unas cervezas brindamos por el éxito de la Trans-Guadarrama. Tras la cena sacamos todos los bártulos del maletero del coche, despedimos a mi hermano y nos pusimos manos a la obra con los frontales encendidos. 

Dos tiendas, tres personas y las respectivas mochilas. Nos dividimos en dos: SP y yo por un lado y PPG y las mochilas por el otro. No hacía mucho frío, pero a las 3 de la mañana se oyeron las primeras gotas de lluvia. A las 4 de la mañana alcanzamos a escuchar desde nuestra tienda la voz de auxilio de nuestro compañero. La pobre tienda de verano en la que dormía comenzaba a inundarse. En medio de la tormenta consiguió pasarse a la nuestra y así, apretados hasta los límites de nuestro propio cobijo, intentamos planchar la oreja hasta las 8 de la mañana, momento en que dejó de llover.

La aventura empezaba con eso, con una aventura y con una tienda inservible que íbamos a tener que llevar a cuestas hasta El Escorial. Comenzaba a forjarse la leyenda de la Festitent, una maldición que nos perseguiría 5 días....



(CONTINUARÁ)

miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL INFIERNO SUECO

Por fin estoy de vuelta tras el apagón internaútico...
Fuente: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoi6PwC1sl-D9YWIwhohk1k73ZiXEo_I6UF4qxRIjZIdN7ZuTasXu5ygDUpnm0Pp3FcrS5vxA13l2PtjLKZKzyXePbb4QP4MAbf93_u9QpEdZN24wF_5ThVFm4SBs9MBgDSTUwH-mBeCT_/s1600/Mario+Vargas+LLosa.jpg
Esta semana uno de los grandes escritores en lengua castellana, Mario Vargas Llosa, está en Estocolmo. Hace menos de un mes recibía la noticia de que, tras años de encontrar su nombre en las quinielas de posibles ganadores del Premio Nobel, por fin la Academia Sueca decidía otorgárselo. Es una noticia de gran transcendencia para la literatura en lengua castellana y que nuestro país celebra con gran entusiasmo, o por lo menos así se podía ver a Carmen Caffarel, directora del Instituto Cervantes, mientras se abalanzaba sobre el escritor a la entrada de la sede del Instituto en la capital sueca esta misma tarde.

El caso es que yo también he estado muy cerca de Suecia este último mes, aunque seguro que no ha sido porque nadie haya pensado en mí para el Nobel de literatura. Lo mío más tiene que ver con las albóndigas. Y es que los suecos también han sabido crear un modelo de negocio que ha llegado a todo el mundo entre tiendas (y no sólo en los países occidentales) y puntos de fabricación. ¿Quién no conoce en su comunidad de vecinos a alguien que ha decidido unilateralmente declarar su propia República al más puro estilo cantonalista y decimonónico español?

Como dije en mi anterior entrada, tocaba mudanza. Y no creáis que la mudanza acaba con hacer y deshacer cajas. Luego viene la parte más interesante: el momento en que, tras tres días de deshacer cajas (no todas, porque alguna siempre va quedando, aunque pasen tres meses o incluso un año, quizá más), te das cuenta que tantas cosas como creías tener no ocupan ni 1/4 de la casa y que te quedan casi todo por amueblar. Una especie de estrés, ansiedad existencial y duda transcendental envuelve todo tu ser. Es el momento en que empiezas a ojear/leer con ansia todas las revistas de decoración, muebles y grandes y pequeños electrodomésticos que van cayendo en tus manos o te regalan al comprar el periódico -creo que ayuda que andemos cerca de las navidades-.

En las grandes ciudades de nuestro país (y en alguna pequeña o mediana), las tiendas suecas logran salvar tan curiosa circunstancia. Una amiga me preguntaba hace unas semanas que qué tal iba todo con mis visitas al "infierno sueco". Y es que no le falta razón. Te estudias detenidamente su catálogo (en mi caso sacado a hurtadíllas del buzón de un miembro de una comunidad de vecinos cualquiera de la ciudad) y tratas de hacer cábalas sobre cómo amueblar y decorar de la mejor manera posible tu casa sin que se desmorone la economía familiar. Los números dejan pocas dudas. Lo que está claro es el resultado; después de pasarte horas y más horas en el lugar en concreto y unas cuantas más en casa montando y quitándole el polvo al martillo, los destornilladores y las llaves allen de la caja de herramientas, te das cuenta que tu salón tiene más bien las hechuras de una exposición más de la tienda sueca en cuestión.

Eso sí, ya me decía un amigo este verano que la tienda sueca había conseguido que despareciesen en cierta manera las clases sociales, en nuestro país y en tantos otros. No le falta razón. Da igual que uno sea estudiante, trabajador, o que las diferencias salariales sean abultadas, pero entras hoy en una casa y los muebles y sus calidades ya no son siempre un signo distintivo de la estratificación social... alucinante.

Seguro que sigo volviendo a la tienda sueca o a tantas otras de signo similar que proliferan en las calles, centros comerciales y polígonos de nuestras ciudades en las próximas semanas y meses. Eso sí, por el momento puedo reconocer con orgullo que todavía no he caído en la tentación de probar las albóndigas.

Fuente: http://www.national-furniture.org/ikea/images/1-420x420.jpg

jueves, 28 de octubre de 2010

OUT OF OFFICE

Pues eso, que hasta que no tenga internet en casa no voy a poder añadir ninguna entrada más al elenco. Pero no hay por qué preocuparse, que ya tengo unas cuantas a punto de estar a punto, vamos, totalmente casi a medias para cuando la modernidad vuelva a mí.

Nos vemos pronto.

martes, 26 de octubre de 2010

μεταμόρφωσις

Uno de esos personajes que da la historia y que siempre me ha parecido enormemente atrayente a la par que peculiar es Winston Churchill. Hace unos cuantos años compré en Estados Unidos una biografía suya que leí con sumo interés. En un momento dado el libro cuenta una anécdota en la que Churchill, siendo ya Primer Ministro, responde a una pregunta en la Cámara de los Comunes sobre sus cambios de políticas de la siguiente manera: "To improve is to change, to be perfect is to have changed often".

Esta semana toca cambiar y cambiar mucho. Durante los últimos meses, más concretamente desde finales de diciembre del año pasado, mi vida ha sufrido constantes variaciones. Durante 4 años, 3 meses y 16 días mis experiencias vitales quedaron básicamente resumidas en una única palabra: oposición (de la que supongo que algún día escribiré también). Si bien, había algo que, en lo básico no había cambiado todavía. Llevaba unos cuantos meses buscando pero por fin, este septiembre, la encontré. A partir de ese instante ha habido unos cuantos ratos de reflexión aderezados con una pizca de negociación y unas cuantas firmas. Finalmente tengo casa y la semana que viene nos mudamos.

Pero llegar a lo "nuevo" también supone dejar lo viejo atrás. Lo viejo no siempre significa lo malo, por lo menos no en esta ocasión. Han sido  cinco años llenos de momentos: duros, tristes, alegres, solitarios, felices, tensos, llenos de esperanza, calurosos, fríos, repletos de amistad, entendimiento y compenetración. En la que ya para siempre será "mi habitación" he pasado horas, muchísimas horas, probablemente más que en ningún otra habitación hasta hoy. Han pasado cosas en ella que me van a marcar para toda la vida, sin duda. Pero llega un momento en que se quema una etapa y comienza una nueva. La echaré de menos y echaré de menos a todos los que en algún momento pasaron por ella. Con muchos seguiré manteniendo el contacto y de otros quizá nunca sepa nada más, pero ahí quedarán, unidos al recuerdo de mi querida habitación.

Mis plantas en el balcón


Despertando de la siesta en un estio canicular
lluvia desde la ventana


Sólo queda una semana en que voy a tener que hacer cajas y guardar libros, fotos, recuerdos de muy diversa procedencia. Seguro que mi mente estará ocupada en no dejarme nada, hacer listas de bártulos diversos con los que llenar mi nueva casa, en pensar en las nuevas aventuras que la vida me depara  envueltas en un fondo diferente. Pero seguro que el domingo que viene, cuando tenga que dejar la llave de "mi habitación", sentiré un enorme nudo en la garganta y me iré pensando en que dejo lo que ha sido mi hogar, lo que al final he acabado llamando "casa".

jueves, 21 de octubre de 2010

7 PICOS Y LA SENDA HERREROS

Mediados de Octubre, una llamada entre semana: "Venga tío, vamos a salir a andar, que esto no puede ser". Hacía un mes que S.P. y yo no salíamos a la montaña. En la última ocasión nos habíamos dado todo un empacho senderista (5 días y cerca de 130 quilómetros), pero la llamada de la selva regresaba. Movilizamos a las hordas montañeras con escaso éxito, lo cual, por otra parte, es un clásico -todo el mundo me dice siempre a poseriori que para la próxima que le avisemos, que se apunta seguro, pero a la hora de la verdad...-.

Por supuesto había alguien que no podía fallar, los hermanos MM. Llámales para montar alguna actividad extraescolar y seguro que aciertas, porque fijo que alguno de los tres se apunta. En esta ocasión nos dimos cita en el parking de Navacerrada el sábado a las 10 de la mañana. Vale, lo reconozco, no es una hora muy montañera, pero como tampoco nos íbamos a patear a lo bestia, no había necesidad de despertarse con el alba. Eso sí, a esa hora un fin de semana Navacerrada es una auténtica autopista. Mira que he visto a inmigrantes argelinos y marroquís bajar en verano con la AP7 con las furgonetas y coches a tope de todo tipo de enseres; el caso es que no sé si esto no es peor. Aunque al final uno piensa que una sociedad en el que el contacto y respeto de la naturaleza está integrado en el sentir general quizá sea mejor que muchas otras. En fin, filosofía de bolsillo a 5 céntimos.
Guarramillas, Maliciosa y Peñotillo Alto desde el Telégrafo

En esta ocasión nos dirigíamos a hacer el cordal de Siete Picos y vuelta por la senda Herreros. Comenzamos subiendo al telégrafo por la pista de esquí todavía virgen de nieve. Desde ahí se observa justo al otro lado del puerto las pistas que están justo debajo de la Bola del Mundo. Seguimos subiendo un poco más, pasamos junto a la virgen para luego descender a la Pradera de Siete Picos.

Primera subida

Aquí comienza la subida hacía el séptimo de los picos. Y digo bien, pues al estar situados de oeste a este, el primero que se sube, el más alto y, por ende, el más famoso, es el séptimo de los siete picos. S.P., con su habitual voracidad canina, no podía aguantar más al llegar al final de la cuesta y decidió dar un buen tiento al chocolate. Este chico tiene un agujero en el estómago y la verdad es que no entiendo donde mete todo lo que come. Porque por supuesto, antes de llegar al tercero de los picos, donde se sitúa la famosa Ventana del Diablo, hicimos parada y fonda para rellenar el buche. Estaba resultando bastante suave físicamente, pero todo sea por reponer.

Pradera de Siete Picos

Séptimo pico y la pera de M.
Hincando el diente

Antes de llegar al segundo pico comienza el descenso a su izquierda. En algún tramo hay que poner los manos en el suelo e incluso los cuartos traseros, pero es corto y se hace ameno con tanta vegetación. Tras el descenso llegamos a la pradera de Najalasna. Y es que el pico de Najalasna es el primero de los Siete Picos. Separado del resto del cordal, da entrada a esta peculiar formación rocosa desde el oeste.

Pico de Najalasna, el primero

Pasada la pradera comenzamos a descender en dirección a Cercedilla. Un poco más adelante observamos unos hitos a la izquierda que nos obligaron a desviarnos del camino principal. Desde aquí había que buscar el comienzo de una senda, la senda Herreros, pero montaña arriba, montaña abajo no dábamos con ella. Finalmente, siguiendo nuestro instinto y tras un poco de monte a través y alguna conversación con los montañeros que nos íbamos encontrando, la encontramos. Ya había leído que es una senda perdedora, pero en cuanto nos hicimos con sus hitos nada nos separo de su compañía hasta estar de vuelta en la pradera de Siete Picos.


En busca del camino
Un hito más para la colección de M.

Como no podía ser menos S.P. tenía un hambre voraz y paramos a zampar allí, pero esta vez a una hora normal para lo que viene siendo la comida. Desde aquí y bajando por la pista de esquí de fondo se hace muy agradable el descenso hasta el principio de la pista del telégrafo y de nuevo al puerto de Navacerrada. Una excursión corta pero muy divertida y que no entraña mayor dificultad. Comienza a hacer frío en la Sierra incluso con sol, seguro que es el preludio de las primeras nevadas en poco tiempo. Quizá este invierno haya que hacerse con unos camprones y ponerse más a menudo las polainas.
¡Hasta la siguiente salida!

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA CUERDA LARGA

La sierra de Guadarrama es un recuerdo constante para mí desde que a los 6 años me mudara con mi familia a Segovia. Desde mi casa entonces, desde el colegio o desde casi cualquier punto elevado de Segovia se puede ver Peñalara o la Mujer Muerta (picos de la Pinareja, Peña del Oso y Pasapán). Desde entonces ha estado siempre presente y más que nunca los últimos 6 años en Madrid, donde la he podido conocer mucho más a fondo.


Una de las rutas senderistas más clásicas en la Sierra (como se la conoce aquí, así, sin más) es la Cuerda Larga.
Fuente: http://www.trotamontes.org/zona%20cuerdalarga.htm

Hay varias maneras de hacer la Cuerda Larga. Se puede hacer en uno o dos días, se puede hacer desde el puerto de Navacerrada al de la Morcuera y también en sentido contrario, incluso, una vez llegados al puerto de la Morcuera se puede continuar unos 8 ó 10 quilómetros más hasta llegar a Miraflores de la Sierra. La Cuerda Larga se puede hacer de día o de noche. Yo siempre la he hecho de de oeste-suroeste (Navacerrada) a este-noreste (Morcuera), siempre acabando en Miraflores y tanto de día como de noche.

Para poder realizar este recorrido, dado que en la Morcuera no existe ningún tipo de transporte público, es necesario dejar un coche en cada extremo de la ruta o bajar hasta Miraflores para coger el autobús hasta Madrid.


Empezando desde el puerto de Navacerrada, en primer lugar se asciende a la Bola del Mundo (Alto de Guarramillas) a 2.265 m por un camino asfaltado. En muy poco espacio se ascienden más de 400 metros de disnivel, probablemente la subida más empinada de todas y nada más empezar (bufffffffff!!!!). En el pico encontramos una serie de antenas recubiertas con por una estructura metálica junto a unas edificaciones. Su color rojiblanco siempre me ha recordado al cohete de Tintín en "Viaje a la Luna".

Desde Guarramillas y pegado a la valla de la estación invernal de Valdesquí, ya por tierra, se desciende al collado de Valdemartín para luego ascender al cerro de Valdemartín. Desde aquí ya podemos divisar las dos Cabezas de Hierro, la menor y la mayor, puntos de máxima altura de la travesía y segunda altura de la sierra de Guadarrama después de Peñalara con 2.383 m (la mayor).


La subida es y la bajada es disfrutona y después de una fotillo en el vértice geodésico hay que continuar por la loma de Pendasco. La verdad es que el recorrido de la Cuerda Larga es nulamente frondoso. A esta altura los árboles han desaparecido, pero la falta de verde se suple más que notoriamente con las vistas sobre el valle del Lozoya al lado izquierdo y del Manzanares al derecho, con Madrid al fonto en días claros y de no demasiada contaminación en la capital. Por la noche también tiene su encanto ver las luces de la gran ciudad y los pueblos y ciudades dormitorio y periféricas, aunque entiende entonces el concepto de "contaminación lumínica".

Desde este punto y si se hace la Cuerda Larga nocturna con luna llena, si uno se gira, puede ver el descenso de los múltiples excursionistas con sus frontales encendidos cual procesión de Semana Santa. Es alucinante, por lo menos para mí, como la gente todavía puede ir al monte con luna llena y encender la linterna. Hay momentos puntuales en que es necesario o justo cuando la luna se esconde antes del amanecer se hace imprescindible, pero poder caminar sólo con la luz que el sol refleja a través de la luna en medio de la motaña es un inmenso placer.

Desde aquí continuamos andando hacia Asómate de Hoyos y por la loma de Bailanderos. En la vertiente sur y si la noche empieza a clarear hacia el amanecer, pueden comenzar a distinguirse los bloques graníticos de la Pedriza, todo un espectáculo. También aquí, aunque puede que en otras partes del recorrido de la misma manera, se puede uno encontrar con las cabras. No tienen miedo del hombre pero tampoco hay que molestarlas a ellas y menos darles ningún tipo de comida.

Poco a poco llegamos hacia el final de la ruta por el cordal. La Najarra va acercándose para marcar el final de la parte más espectacular de la ruta. Es curioso encontrarse entonces a senderistas recién iniciados/as que habiendo cubierto gran parte del recorrido (unos 18 quilómetros) deciden que no pueden más, que se sientan y que ya vendrá alguien a buscarles. ¿Pero alma cándida, quién te va a venir a buscar enmedio de la montaña? El esfuerzo final no se lo va a quitar nadie, pero desde luego que el buen sabor de boca de haberlo conseguido pese al cansancio y alguna que otra ampolla tampoco. Quizá sea eso lo que muchas veces engancha en la montaña, el darse cuenta al final que uno a podido superarse a sí mismo, cada uno a su nivel.


Antes del pico de la Najarra nos encontramos con el refugio libre que, desgraciadamente, está en un estado un tanto ruinoso. Ojalá alguien lo arreglase para poder mantenerlo como punto de referencia y un lugar donde poder hacer un vivac un poco más guardado (sin puerta no podría definir dormir ahí de otra manera). Ya en la Najarra, desde su vértice geodésico, es espectacular observar el amanecer sobre la meseta sur. Es el momento de bajar y llegar hasta la Morcuera.


Quien desee continuar hasta Miraflores puede hacerlo por un sendero disfrutón hasta el embalse, con cuidado de no torcerse un tobillo en el último minuto y hacerse un esguince. Una vez en el embalse, en el que la única actividad permitida es la pesca sin muerte, el camino se torna en una pista en la que, en los meses de verano, hay que sufrir la polvareda que levantan los coches al pasar. Tras unos 28 quilómetros se entra en Miraflores donde, como no puede ser de otra manera, uno acaba con una buena cervecita la Cuerda Larga.


Tanto de día como de noche se trata de una de las rutas con más encanto de Guadarrama.