lunes, 31 de diciembre de 2012

AIMÍA



AMÍA, así se llaman ellos. Casi cinco años hemos tardado en tener este disco entre nuestras manos, pero la espera y el resultado han valido muchísimo la pena.

Hace escasas fechas lo presentaron. Os podría contar mil historias de sus componentes, del disco, de su música,... pero os dejo con el prólogo que he tenido le gusto y el honor de escribir para el libreto del CD; creo que con eso basta (por el momento).

Día de la presentación


Decía Jorge Luis Borges que América no es sino una Europa echada a nevegar. Tomando prestadas las palabras del Nobel argentino, podríamos decir hoy, traslativamente, que Iberoamérica es España surcando los mares con rumbo cierto. Sin embargo, estas palabras parecer trasladar una imagen unidireccional, lejana de la realidad que fluye entre nuestro país y buena parte del continente americano. Uno de los ámbitos en que esa unidireccionalidad se ve matizada hasta el extremo es el musical. Notas, acordes, melodías de uno y otro lado del Océano Atlántico se han ido entremezclando en viajes de ida y vuelta, han tomado la forma de algunas de las canciones más hermosas que hoy podemos escuchar y, sin duda, han influido e inspirado a una cantidad ingente de músicos en el más inimaginable de los abanicos de estilos musicales.

De esa misma fuente de riqueza beben nuestros amigos de Amía. Ellos, no obstante, no quedan impertérritos ante tan magno espectáculo. Sumándose a la corriente que hace del puente entre Iberoamérica y España una miríada de sentimientos, dotan a cada una de sus canciones de una sensibilidad que pocos alcanzan. Es ésta mezcla de un talento natural y de un trabajo laborioso llevado a buen puerto. Un trabajo en el que se suma el esfuerzo, la superación y la amistad, lo que lleva a su música a un estado superior.

Sin duda precisan vuecencias de abrir bien las entendederas, para de este modo disfrutar de todo aquello que nos ofrecen nuestros queridos amigos; no lo hagan de otro modo, pues como bien apuntó Atahualpa Yupanqui: "para quien mira sin ver, la tierra es tierra nomás".


Si lo queréis escuchar, sólo tenéis que pedirme una copia. Por diez eurillos de nada es vuestro.

lunes, 24 de diciembre de 2012

PORTES DE LA VILA

Hay una parte de mi pueblo que, cada vez que voy allí, me enamora. Se trata de la Vila o casco antiguo, que lo conforman dos calles alargadas, con sendas plazas en un extremo y la Iglesia de la Natividad en el otro. La dos calles paralelas, el carrer Major y el carrer d'Amunt se van uniendo cada pocos metros por pequeños callejones perpendiculares. 

Ese entorno físico se completa con un elemento que lo dota de una halo de espiritualidad muy particular: las puertas de sus casas. 

Estas puertas tienen su propia personalidad y hablan por sí mismas. Cuentan miles de historias sin necesidad de utilizar las palabras.

Sin más dilación os dejo con las imágenes que tomé paseándome alegremente de puerta en puerta...

























La de casa de mi bisabuela
























La casa de la Tía Rosario





En ésta vivió mi madre










miércoles, 19 de diciembre de 2012

BEHOBIA-SS





Me contaba mi tío que un día, cuando la gente empezaba a salir a correr por las calles y caminos de manera habitual, al cruzarse con uno de estos corredores populares, mi abuelo, agricultor de largo recorrido, le dijo que estaban todos locos, que con la cantidad de cosas que hay que hacer todos los días no podía ser que alguien, además, se pusiera a correr. Pues hoy, si mi abuelo estuviera aquí, me diría que estoy como una auténtica regadera.

Empecé a correr, después de odiarlo durante años, por una necesidad física y psicológica. Después de horas y horas de estar metido estudiando en un cuarto, necesitaba salir a la calle y quemar todas las energía acumuladas. Así, día tras día, de a poco, me fui aficionando. 

Por el momento, mi máximo logro ha sido correr varias medias maratones. He disfrutado como un enano haciéndolo y correr la Behobia, la mítica carrera de San Sebastián, iba a ser todo un acontecimiento a sumar a todos los anteriores.

Nos lanzamos a la carretera y las nubes presagiaban un fin de semana pasado por agua...






Hasta Vitoria, donde habrá que volver, nos recibió jarreando. Por si acaso, antes de llegar a Donosti, tras pasar por la afamada Tolosa de los Labayén de toda la vida, hicimos un alto de reposición en Astigarraga. Coñe, qué no todo va a ser correr. Las imágenes hablan por sí solas:











San Sebastián amanecía con alegría dándonos la bienvenida y para estirar las piernas decidimos acercarnos a Hondarribia y subir al Jaizkibel. Las nubes abortarían nuestro objetivo, pero nosotros teníamos una manera de pasar la tarde igual de entretenida.





















Pues eso, que nos fuimos a la capital, nos dimos una vuelta, nos tomamos unos auténticos pintxos y a por el dorsal a Anoeta.













El día de la carrera amaneció oscuro, gris... vamos, como la panza de un burro. No paraba de llover y el viajecito hasta Irun en el topo fue de todo menos cómodo. Eso sí, alguno había cogido buenas fuerzas con unos platazos de pasta de importante volumen.

En Behobia la espera fue dura, sin parar de llover, bajo el techo de una gasolinera y, cuando tocó a nuestro color, M.M. y yo nos pusimos en marcha. Costó calentar, aproximadamente dos quilómetros, pero puestos a la faena, al final fuimos cogiendo ritmo.

La carrera es dura, pero el espectacular ambiente que la rodea la convierte en un recuerdo imborrable. Hay quien para toda la vida guardará en la memoria el momento en que comenzó a ver las farolas de San Sebastián, alcanzó el nivel de la playa y giró a su izquierda para enfrentarse al último quilómetro y pico de la prueba.










Los tiempos quizá sean lo de menos. Algunos bajaron sus marcas, otros se mantuvieron y otros alcanzaron su objetivo de terminar una prueba cuya preparación les costó un buen esfuerzo. Pero sin duda alguna, lo mejor de toda la carrera fue el fin de semana espectacular que pasamos seis amigos en un marco incomparable. Esto va a haber que repetirlo. 

Partimos hacia diferentes puntos de la geografía peninsular en pro de nuestras obligaciones laborales, pero el domingo se despedía de nosotros en Guipúzcoa de la mejor de las maneras en el mismísimo día de San Martín, que al final siempre llega.