miércoles, 23 de febrero de 2011

Trans-Guadarrama (V) -La niebla-







Cada vez estamos más cerca de nuestro objetivo. Nos levantamos después de nuestra primera y única noche de todo el trayecto en una cama. Por supuesto no es pronto, pero es que ningún día hemos conseguido levantarnos a una hora decente para lo que viene siendo andar por la montaña. Bajamos al comedor del albergue, un desayuno un tanto frugal y recogemos los bártulos para comenzar con nuestro camino.

La primera subida hasta llegar al desvío del camino a la Residencia del Ejército del aire se hace duro. Como "buenos caminantes" nosotros calentamos con el andar, así que la pequeña rampa se hace interminable. Mis compañeros se quejan de pies y rodillas y así seguiremos hasta el final, pero gracias a que se pican mutuamente ninguno acaba por morder el polvo y coger el tren de vuelta a Madrid.

En lugar de subir a Siete Picos decidimos hacer la primera parte de la etapa por el camino Schmidt. Estamos cerca de nuestro objetivo, pero todavía nos quedan dos días de camino con las mochilas (y la Festitent) y hay que ir reservando fuerzas. Pronto estamos en la Fuenfría. Delante de nosotros el paisaje no es muy halagüeño. El tiempo se ha aguantado la primera hora de caminata, pero ahora que tenemos que empezar a subir vemos como la niebla cubre las cimas cercanas.

Nos paramos un rato en la fuente que hay junto a la antigua calzada romana. Para estar lloviendo sin parar desde hace una semana no cae demasiada agua. El verano ha tenido que ser muy seco. Nos colocamos de nuevo las mochilas y retomamos la ruta. En el collado de Marichiva nos desviamos de la pista y poco a poco vamos ascendiendo hacia la peña del Águila esos 200 metros de desnivel que nos separan del punto más alto de la jornada a 2.000 metros. Pronto nos envuelve la niebla y vemos poco más de 30 metros delante nuestro. En la cima decidimos hacer un alto y dar buena cuenta del avituallamiento. Nos tenemos que proteger tras un muro que hace las veces de cerca porque el viento sopla fuerte. Más que entre Madrid y Segovia parece que estamos en los Highlands escoceses.

Continuamos nuestro camino subiendo y bajando los diferentes picos (la Peñota, cerro de Mostajo, Peña del Cuervo, Cerro de Matalfuente, Peñas del Arcipreste de Hita,...) La niebla no se separa de nosotros ni un minuto. La roca está mojada y hay algún paso que se hace lento y complicado con las mochilas que llevamos. La densa niebla unida a lo escarpado de algunas rocas da una sensación extraña de caminar junto al vacío. Es lunes y no hemos visto a nadie en todo el tramo. Pronto descendemos paulatinamente, discutiendo por dónde continuar y poco tiempo después conseguimos alcanzar las líneas de alta tensión que cruzan la sierra. Pronto llegaremos al sitio donde vamos a comer y justo en ese instante nos encontramos con un ciclista que nos asegura que estamos cerca.

Seguimos sin ver tres en un burro (aunque alguno se haya puesto las lentillas). Continuamos descendiendo una pendiente moderada y cuando menos lo esperamos aparece la carretera -aunque alguno pensase en la distancia que eran las rayas edificios-. Es la antigua Nacional VI a su paso por el puerto de los Leones. Aquí hemos decidido al principio del día que vamos a comer, pero es imposible saber qué hay al otro lado de la carretera porque no se ve nada. Estoy sólo junto a la calzada tratando de descifrar entre la espesa niebla. Pronto llegan SP y PPG y en ese momento un fuerte soplo de viento despeja la blanquecina espesor y logramos ver el aparcamiento del bar. Está a menos de 20 metros de donde estamos, justo al otro lado de la carretera.

Cruzamos con todas las precauciones y ya dentro del bar nos damos un homenaje. Desde dentro vemos como el temporal va despejando y el sol comienza a lucir. Reponemos fuerzas y tras rellenar las botellas de agua seguimos nuestro camino hacia el refugio donde vamos a dormir por la noche. Sólo nos quedan un par de subidas y lo peor parece haber pasado. Empezamos andando junto a los restos de antiguos búnkers de la Guerra Civil y pasamos junto al recinto de antenas del Ministerio de Defensa. Pronto dejamos la carretera -o más bien pista pseudoasfaltada- que lleva a Peguerinos y tomamos el sendero marcado hacia Cabeza Líjar.

Cuando ya queda poco más de media hora para llegar nos envuelve de nuevo la niebla, de la que ya no nos libraremos hasta el día siguiente. Sería genial ver el atardecer desde el refugio, pero otra vez tendrá que ser. Por fin hemos llegado y el refugio parece suficientemente confortable como para pasar la noche sin problemas. Por precaución montamos la tienda dentro y con un gran plástico que encontramos  y unas piedras tapamos el agujero de entrada.





Ha sido un día muy desapacible y ya empezamos a estar muy cansados. Sin embargo, una vez todo ordenado dentro del refugio la conversación se anima. Sacamos el hornillo, preparamos la cena y nos acomodamos para pasar la que será nuestra última noche de Trans-Guadarrama.

Cuando empezamos cuatro días atrás no hubiese puesto la mano en el fuego que llegaríamos a El Escorial. Ahora estamos al lado y mañana disfrutaremos de nuestros últimos pasos por la Sierra de Guadarrama. Por ahora trataremos de dormir y descansar.

CONTINUARÁ...

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿A que no hay huevos?





Pues sí señor: ¿a que no hay huevos? Estoy seguro que, sino todos, la mayoría de los que lean estas líneas han escuchado esta expresión tan castiza, tan de verdad, hablando en términos de tauromaquia a ras de callejón. Es, como diría un amigo mío: "un sentimiento que no se puede explicar con palabras".

Por supuesto que el mensaje profundo de esta expresión no es exclusivo de los que hablamos en español, ni mucho menos. Todavía recuerdo la famosa frase que ponía en guardia a Marty McFly en Regreso al Futuro:

- ¿Qué pasa Marty? ¿Acaso eres un gallina?

Por supuesto que el cuasi imperturbable Marty perdía los papeles inmediatamente después de oir el cacareo y era capaz de hacer la mayor tontería sobre la faz de la tierra con el único propósito de demostrar que no era un gallina. Hay que estar mentalmente muy preparado para no caer en la tentación de reaccionar como el joven McFly (pese a las advertencias de Doc) ante tales provocaciones.

Diría que ante esta situación, en un grado infinitamente superior los hombres frente a las mujeres (aunque como las meigas, haberlas hailas), actúan (-amos) de manera completamente irracional, entrando al trapo sin miramientos. Claro, que encontrar a alguien que lo reconozca abiertamente no es tarea sencilla.

El caso es que yo hoy lo voy a reconocer. No me da vergüenza. He caído en la tentación. Igual que lo reconozco, también he de decir que no soy un habitual del ¿a que no hay huevos? A las pruebas del segundo día de la Trans-Guadarrma me remito.

Hace un mes, saliendo del metro mientras volvía a casa de trabajar, recibí la llamada de mi amigo EG. La conversación fue algo así como lo que sigue:

-Oye, tengo una propuesta que hacerte.
-¿Una propuesta? Me das miedo.
-No hombre, no. Me ha dicho PS que últimamente estas corriendo bastante.
-Bueno, hago lo que puedo cuando llego de trabajar.
-Entonces seguro que no te importa que nos apuntemos a una media maratón el 13 de febrero.
-Pero tú estás loco. Sólo queda un mes. No nos va a dar tiempo a prepararnos como toca.
-¡Pero que estoy oyendo! Venga, que así nos ponemos una meta y lo hacemos.
-Pero E, que no, que hacerlo así es una burrada.
-Venga, que seguro que podemos. ¿Qué pasa? ¿Que no te vas a atrever ahora?
-Hombre, visto así. Igual entrenando bien.
-Pues ya está todo dicho. Voy yo mismo mañana y cojo dorsales para los dos. Te llamo y te cuento.
-Venga pues, ya me dices mañana. Hasta luego.
-Hasta luego.

Y es que el ¿a que no hay huevos? no tiene porque ser siempre explícito. En este caso no supe decir que no, así que el plan de correr la primera media maratón de mi vida se vio adelantado un mes entero en el calendario (lo siento MM si al final lees esta entrada). Eso ha supuesto un entrenamiento forzado y no demasiado acorde con la importancia de la empresa que nos planteamos llevar a cabo. Pero llegado el día no queda más remedio que afrontarlo.

La media maratón Fuencarral-El Pardo, en Madrid, no es precisamente la más llana de las que se hace en esta ciudad, pero sí una de las más bonitas. He quedado con EG en el centro de la ciudad a las 8h15 de la mañana, para llegar bien al sitio de inicio, en el antiguo pueblo de Fuencarral.



Los primeros 9 quilómetros son muy fáciles, mucha bajada y conteniéndose para guardar fuerzas. Eso sí, es llegar al Pardo y la cosa se pone fea. La carretera empieza a empinarse y las fuerzas se van desgastando. Poco a poco, en el margen derecho de la carretera ves pasar las señales que marcan los puntos quilométricos. Un habituallamiento, otro y al final un par de cuestas más antes de llegar al punto de salida, que también es el de llegada.

Ha sido una carrera bonita aunque dura en su segunda mitad. Los problemas gastrointestinales no me han permitido correr más deprisa, pero el objetivo hoy era llegar y lo he hecho por debajo de las 2 horas. El 13 de marzo correré mi segunda media maratón, más llana, con más amigos y seguro que será una fiesta y volveré a casa con la misma sensación de alegría con la que he llegado este domingo.

Gracias EG por ese ¿a qué no hay huevos? y por la carrera. A veces es hasta saludable lanzarse a hacer algo sin pensar demasiado.

sábado, 12 de febrero de 2011

LA DEHESA DE LA VILLA

Decía la canción de Los Refrescos "podéis tener Retiro, Casa de Campo... " pero claramente se olvidaron de uno de los mejores lugares de Madrid. Viendo alguna de las fotos se podría decir que uno ni siquiera está en Madrid, pero nada más lejos de la realidad. La Dehesa de la Villa se encuentra justo encima de la Ciudad Universitaria, hacia el norte. Es un sitio único y desde el que, aunque los defensores del Templo de Debod digan lo contrario, se ven los mejores atardeceres de la capital. He tenido la suerte de volver a vivir justo al lado y ha sido y es mi lugar habitual de entrenamiento. En cuanto haga bueno otra vez: una manta, un libro y a tirarme bajo la sombra de alguno de sus pinos (las encinas todavía son demasiado pequeñas).


La sierra al fondo


Quercus ilex





Madrid. Vista hacia el sur

Empieza a caer el sol sobre la Casa de Campo





Atardecer con Aravaca y Pozuelo al fondo



Marca del GR que atraviesa la Dehesa

viernes, 4 de febrero de 2011

Trans-Guadarrama (IV) -vuelta a las cumbres-

Tercer día de Trans-Guadarrama. Nos levantamos después de haber podido dormir bajo techo y no por la bondad de "fray Burguesía" precisamente. Ha hecho frío en el enorme barracón que compartimos los tres, pero no nos hemos mojado con el rocío mañanero y eso no es moco de pavo.

Recogemos todas las cosas, hacemos las mochilas, desayunamos y deshacemos la puerta que hemos inventado con una capa de agua, una cuerda, el bastón de caminar y las botas para sujetar por abajo. Retomamos nuestro camino con un día espléndido agradecidos a los que nos han ayudado a pasar la noche.  Lo primero de todo es rellenar las botellas, así que nos acercamos de nuevo al monasterio de El Paular y en la fuente hacemos lo propio. Bien pertrechados nos ponemos a andar y justo donde empieza la pista del GR 10.1 preguntamos a un ciclista para que nos asegure que vamos en el buen camino.

La pista es poco complicada al principio y andamos entretenidos con nuestra conversación. No hace calor, aunque tampoco hay nubes en el horizonte. Todo un cambio en relación a los dos días anteriores. Seguimos las marcas del GR, pero pronto se van haciendo más y más escasas, hasta desaparecer. Con el mapa vamos decidiendo por dónde ir. De pronto llegamos a un claro en medio del bosque, justo a la sombra de Peñalara. Se distingue a lo lejos el valle que lleva al puerto de Cotos. Las marcas rojas y blancas han desaparecido, pero decidimos seguir lo que parece un sendero.


Como no puede ser de otra manera al cabo de un rato nos damos cuenta de que ese no es el camino y dentro de nuestra habitual práctica unida a la perpetua cabezonería, sabiendo perfectamente donde estamos, seguimos monte a través. Llegamos a un claro idílico. PPG comenta que si por el fuera se quedaría allí mismo toda la vida. Pero tenemos que continuar. Es domingo y nosotros estamos en medio de un Parque Natural yendo campo a través. Matamos el hambre con unos emparedados, como dirían Bubu y Yogui, bajo la sombra de un árbol y tras media hora más de montaña pura y dura conseguimos llegar al sendero de las lagunas de Peñalara.


El camino de las lagunas en un domingo cualquiera con buen tiempo se asemeja más a una auténtica autopista que a un camino de montaña. Sorprendemos a la gente apareciendo con los mochilones por un lado del camino, pero pronto nadie nos mira. Bajamos tranquilamente, ahora sí, pegados a Peñalara. Es justo el momento de reencontrarnos con el camino que inicialmente teníamos previsto. No subimos al pico más alto de nuestro periplo primigenio, pero vamos a tener posibilidad en un futuro de volver a subir. Poco a poco, más por la gente que hay que por la nula dificultad del camino, llegamos al puerto de Cotos.

Hambrientos como estamos vamos directos a la Venta Marcelino. Hemos llegado al puerto mucho más tarde de lo previsto por culpa de nuestro "desvío turísitico". Nos tenemos que reorganizar. Pensamos mientras damos buena cuenta de los bocadillos y de las cervezas. ¡Qué ricas las cervezas! Un día voy a tener que discernir sobre lo que podíamos dar en llamar "las birras de montaña".


Nos levantamos de la mesa, nos miramos y decidimos abordar el camino desde un nuevo punto de vista, el del rail. En un rato estamos en Navacerrada, dejando a los noruegos para un próxima ocasión, quizá con nieve.


Navacerrada es un lugar peculiar, en el fondo como cualquier otra estación de montaña: con antiguos edificios deshabitados, los remontes de esquí como absurdos artilugios esperando la llegada de la nieve y bares para los viajeros de paso. Nosotros llegamos un día después de la vuelta ciclista. Habíamos conseguido una habitación en el albergue de la RSEA Peñalara. Es la única noche que dormimos bajo techo auténtico, con una cama de verdad y una ducha en que el agua no sale de la botella de plástico al lado de la fuente.


El albergue no está muy cuidado, aunque sí que es bien grande. Para nosotros es más que suficiente. Nos duchamos y bien limpitos lavamos un poco la ropa. Tenemos hasta tendedero, todo un lujo. Nos tomamos otra birra bajo el amparo de los últimos rayos de sol y tras una cena escasa nos metemos en la cama. No ha sido un día sumamente exigente, una especie de etapa de transición, pero es que al día siguiente nos espera una buena paliza y parece que el buen tiempo nos va a volver a abandonar. Hay que coger fuerzas y nada como planchar bien la oreja para reponerse.


Nos vamos acercando a la meta de la Trans-Guadarrama, pero esto todavía no se ha acabado...

(CONTINUARÁ)