Después de haber cenado buen jabalí con patatas, todo ellos regado con vino corso, amanecíamos en un día que seguía ciertamente gris, con algunas gotas todavía cayendo desde cielo, y unas cimas cubiertas de nubes que calmaban nuestras conciencias y orgullos heridos por haber abandonado la montaña el día anterior. Sin duda había sido la mejor opción.
Nos levantamos pronto, recogimos la casa y cogimos el bus. Había que coger sitio en la primera parada porque va admitiendo viajeros conforme se los va encontrando, hasta que se llena la furgonetilla que nos llevaría desde Cozzano hasta Santa Maria-Siché. El conductor, auténticamente corso, andaba cabreado mientras recordaba otros tiempos mejores para el transporte de viajeros en el interior de la isla, cuando él, en lugar de la furgoneta alargada que nos transportaba (remolque incluido), conducía entre las pronunciadas curvas de las carreteras de montaña un gran autobús de 55 plazas.
Llegamos al cruce con la carretera nacional, descendimos del vehículo, despidiéndonos de los buenos de Marie y Thierry, que nos habían acompañado buena parte del camino y que, como nosotros y la mayoría, habían decidido abandonar la montaña. Nos tomamos unos cafés y, justo a la hora indicada, pasó el autobús (propiamente dicho) camino de Porto Vecchio.
Pero en Córcega las distancias sobre el mapa no son lo que parecen en vehículos a motor (y sin motor si no son las propias piernas). Cinco horas y media después de nuestra salida de Cozzanno y después de haber recorrido todo el sur de la isla -Olmeto, Propriano, Sartène, Figari- llegamos a Porto Vecchio.
Ese era nuestro primer alto en el camino. Etapa inicial del Tour de Francia 2013... nosotros llegamos un poco pronto para eso. Iniciábamos aquí nuestra vida como turistas típicos: visita cultural, paseos por el puerto, helados en la plaza, etc, etc. Por fin estábamos descansando de los esfuerzos anteriores.
Instrucciones para los que se vayan de turismo a Córcega. Allá donde fueres... |
De Porto Vecchio nos dirigimos al dia siguiente a la bahía de Pinarellu. Un rato en bus y pronto llegamos al camping. ¿Qué contaros de tres días de camping al lado de una playa en el mar Tirreno? Una pasada. En este tiempo se nos unió Philippe con su hamaca (mucho hay que aprender de sus viajes por el mundo en hamaca) y nos dedicamos a dormir, leer, bañarnos, palear, hacer barbacoas... nada que ver con las semanas anteriores, pero nada que envidiarle tampoco.
¡Qué bueno lo pasamos! |
Eso sí, lo bueno siempre tiene un fin y llegó el momento de volver a casa. Pese a tener algún problemilla con el transporte local, finalmente pudimos regresar a tiempo a Porto Vecchio y junto con Philippe nos embarcamos camino a Marsella, observando las maravillosas puestas de sol desde el oriente corso, el estrecho que te hace tener a un lado Córcega y al otro Cerdeña (cual capitán pirata cantando alegre en la popa) y finalmente la llegada a la gran urbe sureña francesa.
Cerdeña a un lado del paquebote |
Fiesta a bordo |
La auténtica Córsica Cola |
Pronto llegamos a la estación gracias al transporte público marsellés (y eso que no teníamos ni idea de que Marsella tuviera metro). Nos despedimos de Philippe en la estación prometiéndonos contarnos nuestras historias futuras y próximas a través de la red y nos dirigimos al aeropuerto.
Nuestro vuelo fue apacible, incluso llegamos antes de lo previsto pudiendo descansar en casa con alegría de nuestros cuerpo y con la vista puesta en el día siguiente que, afortunadamente, habíamos cogido de vacaciones. Eso sí, el viaje sirvió para que, desde el aire, se iluminara mi bombilla y se planteara una nueva expedición para el verano 2013. ¿Qué será? Eso sólo lo contaré si al final ve la luz. Lo que sí os puedo asegurar es que el órdago está echado y que no ha disgustado a quien tenía que recibir la propuesta. Veremos qué resulta de todo ello.
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