El caso es que yo también he estado muy cerca de Suecia este último mes, aunque seguro que no ha sido porque nadie haya pensado en mí para el Nobel de literatura. Lo mío más tiene que ver con las albóndigas. Y es que los suecos también han sabido crear un modelo de negocio que ha llegado a todo el mundo entre tiendas (y no sólo en los países occidentales) y puntos de fabricación. ¿Quién no conoce en su comunidad de vecinos a alguien que ha decidido unilateralmente declarar su propia República al más puro estilo cantonalista y decimonónico español?
Como dije en mi anterior entrada, tocaba mudanza. Y no creáis que la mudanza acaba con hacer y deshacer cajas. Luego viene la parte más interesante: el momento en que, tras tres días de deshacer cajas (no todas, porque alguna siempre va quedando, aunque pasen tres meses o incluso un año, quizá más), te das cuenta que tantas cosas como creías tener no ocupan ni 1/4 de la casa y que te quedan casi todo por amueblar. Una especie de estrés, ansiedad existencial y duda transcendental envuelve todo tu ser. Es el momento en que empiezas a ojear/leer con ansia todas las revistas de decoración, muebles y grandes y pequeños electrodomésticos que van cayendo en tus manos o te regalan al comprar el periódico -creo que ayuda que andemos cerca de las navidades-.
En las grandes ciudades de nuestro país (y en alguna pequeña o mediana), las tiendas suecas logran salvar tan curiosa circunstancia. Una amiga me preguntaba hace unas semanas que qué tal iba todo con mis visitas al "infierno sueco". Y es que no le falta razón. Te estudias detenidamente su catálogo (en mi caso sacado a hurtadíllas del buzón de un miembro de una comunidad de vecinos cualquiera de la ciudad) y tratas de hacer cábalas sobre cómo amueblar y decorar de la mejor manera posible tu casa sin que se desmorone la economía familiar. Los números dejan pocas dudas. Lo que está claro es el resultado; después de pasarte horas y más horas en el lugar en concreto y unas cuantas más en casa montando y quitándole el polvo al martillo, los destornilladores y las llaves allen de la caja de herramientas, te das cuenta que tu salón tiene más bien las hechuras de una exposición más de la tienda sueca en cuestión.
Eso sí, ya me decía un amigo este verano que la tienda sueca había conseguido que despareciesen en cierta manera las clases sociales, en nuestro país y en tantos otros. No le falta razón. Da igual que uno sea estudiante, trabajador, o que las diferencias salariales sean abultadas, pero entras hoy en una casa y los muebles y sus calidades ya no son siempre un signo distintivo de la estratificación social... alucinante.
Seguro que sigo volviendo a la tienda sueca o a tantas otras de signo similar que proliferan en las calles, centros comerciales y polígonos de nuestras ciudades en las próximas semanas y meses. Eso sí, por el momento puedo reconocer con orgullo que todavía no he caído en la tentación de probar las albóndigas.
Fuente: http://www.national-furniture.org/ikea/images/1-420x420.jpg |
1 comentario:
Albóndias como las tuyas pocas!!!
Un abrazo desde levante
BLKN
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