Porque no todo va a ser dedicarse al mens sana in copore sano y a algo del altius, citius fortius.
Hace unas semanas decidí que no podía seguir bebiendo agua en unas botellas tan mustias y sin la mínima pizca de alegría. Y es que con los tiempos que vivimos hace falta "una poca" de alegría aquí y allá.
Puesto que la economía no está como para echar cohetes, después de leerme el siguiente librillo decidí que las jarras y botellas de agua de casa las decoraba yo mismo.
He de reconocer que nunca he sido un hacha de las manualidades, pero en algún momento hay que ponerse ¿no?
Todo empezó con unas cuantas letras recortadas
Las letras sirvieron de magníficas plantillas para trazar las líneas maestras de mi obra.
Cuando, cual calígrafo chino, acabé con el trazo de las letras, me dediqué a un clásico entre los clásicos: el pinta y colorea. Claro, que en este caso con un rotulador especial y permanente que resiste al agua. Truquillos que tiene uno.
En último lugar el paso más sencillo a priori y, sin embargo, más expuesto y peligroso: hornear la obra maestra. Hubo cierto cachondeito entre los amigos sobre si mi casa no acabaría ardiendo o si sería yo el que sufriera graves quemaduras en todo el cuerpo. Sin embargo, al fallo de vuestros ojos dejo el resultado final. Como dirían los de la musiquilla del principio de la entrada: fácil, fácil y para toda la familia.
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