Poco a poco en muchos pueblos y ciudades de España empiezan a preparar disfraces, carrozas, cenas, vamos, algarabía plena. Hay un puntito de nuestra geografía, una tacita de plata, donde la música empieza a sonar y no para, dónde los disfraces no lo dicen todo, sino que son las coplillas chirigoteras las que transmiten y dan alegría.
No me digáis que no es una de las mejores cualidades que tenemos en estas tierras la de reirnos de nosotros mismos sin que a nadie le siente realmente mal y, además, con gracia.
Ala pues, toca reirse de uno mismo, di que sí...
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