El día comenzó con un buen desayuno en el hotel en Vizzabona. La verdad es que no iba de más desayunar algún día como personas normales. Salimos del hotel y nos dirigimos hacia el panel informativo del Parque Natural. La alerta roja del día anterior había descendido hasta el nivel amarillo, por lo que creíamos que el día iba a ser tranquilo.
Salimos bien protegidos contra la lluvia porque todavía caían algunas gotas, pero fue cruzar la carretera nacional, ponernos a ascender y dejar de llover todo uno. Fuimos quitándonos capas poco a poco mientras ganábamos metros. La subida de Vizzabona hasta el collado de Bocca Palmenti es tendida pero continuada a través de un bosque, que únicamente desaparece en los últimos momentos antes de finalizar los 720 metros de subida.
Al llegar a Bocca Palmenti nos giramos y pudimos ver el Monte d'Oro, junto al que habíamos pasado el día anterior, completamente envuelto en nubes. De menuda nos había librado. Aquí el relente se hacía notar al estilo cierzo aragonés, y nos volvimos a tapar. El día no parecía despejar, pero la lluvia nos iba respetando.
A partir de este instante se hace notar el cambio entre la parte norte y la parte sur del recorrido. En este segundo grupo de etapas la mayoría de las pendientes tienen menor inclinación, hay mucho menos granito, las alturas se suavizan y los senderos transcurren más tiempo entre bosques de todo tipo de vegetación mediterránea.
A partir de este instante el camino descendía ligeramente hasta un total de 150 metros, para ganar más adelante, tras ir recorriendo la ladera de la sierra, súbitamente unos 70 metros de desnivel positivo en fuerte pendiente, ya muy cerca de nuestro destino final del día.
Llegamos sin mucho esfuerzo a la estación de esquí de Campanelle. Tan sólo cuatro horas y media de camino, pero un descanso necesario después de la etapa, corta pero muy intensa, del día anterior. Supuestamente en Campanelle hay un refugio del Parque, pero la realidad es que está abandonado y sin cuidar. Supuestamente la llave la tienen en el albergue de la estación, pero cuando fui a preguntar me dijeron que lo tenían "cerrado". Dado que las puertas abiertas y el techo está en condiciones podría servir como última opción, aunque habría que tener cuidado con los animales que puedan entrar a lo largo de la noche.
Nosotros optamos finalmente por plantar la tienda y darnos una ducha con los últimos rayos de sol que íbamos a ver en unos cuantos días. El agua de la manguera salía congelada, aunque no tanto como la que íbamos a probar al día siguiente. Con la tienda plantada comenzó a llover. Cenamos en el refugio y pasamos una noche bastante fría, tanto que yo acabé vestido dentro de mi saco de verano y saliendo de la tienda a las 6 de la mañana para moverme un poco. Con posterioridad supe que las 8 de la mañana es termómetro marcaba 6ºC.
El día siguiente amaneció desapacible, aunque seguía sin llover. Recogimos la tienda mojada y tras el desayuno nos pusimos en marcha Desoyendo los consejos de nuestra guía, decidimos que la variante alpina del Monte Renoso no era la mejor opción con un tiempo tan inestable. Decidimos bordearlo siguiente la variante de bajo perfil. Poco que contar sobre ella, salvo la majestuosidad del paisaje. Alguna gota nos cayó, pero pronto dejó de llover. Bordeamos el macizo y, por una fuerte pendiente al principio y mucho más suave posteriormente, llegamos a Col de Verde. Tuvimos la suerte de cruzarnos con nuestros primeros y famosos cerdos salvajes corsos. Quien no los conozca que lea "Astérix en Córcega".
Col de Verde era una posible ubicación teórica para fin de etapa si hubiéramos seguido directamente desde Vizzabona sin parar en Campanelle. Sin embargo, al sobrarnos tiempo, decidimos parar antes el día anterior y en este lugar únicamente nos avituallamos. Parece no estar nada mal acondicionado y justo al lado de la carretera, con lo que los precios quizá sean más baratos, si algo así puede decirse en el GR-20.
A partir de aquí una última subida. Nos pusimos las pilas y subimos a muy buena marcha. Se notaba que los días pasaban y que los músculos de las piernas (y los de los hombros y la espalda, que son los que soportan el peso de la mochila) estaban entonados. Casi 600 metros de desnivel positivo hasta la Bocca d'Oro. Desde allí pudimos contemplar, momentáneamente, el Monte Renoso. Pero no era el panorama lo que nos preocupaba, sino las nubes negras. Nos tapamos rápidamente, tapamos las mochilas y nos dirigimos prestos al refugio de Prati, pero 15 minutos antes de llegar comenzó a descargar y lo hizo para no parar.
Llegamos al refugio bastante mojados para lo poco que habíamos estado bajo la lluvia. Preguntamos inocentemente a la guarda si quedaba sitio en el refugio y, para nuestro gozo, nos dijo que sí. Sino, dadas las condiciones climatológicas, lo más probable es que hubiéramos acabado durmiendo en el suelo del comedor. Algunos valientes, como Constance y Guillaume o Inna y Hans, decidieron dormir en la tienda (con el consiguiente frío). De ellos hablaré más adelante.
La tarde en el refugio pasó apacible. Nos pudimos duchar aprovechando un alto en las precipitaciones, aunque con el agua más fría que habíamos probado hasta ese instante y que no volveríamos a encontrarnos ya más. Por la noche pasamos momentos divertidos con toda la gente con la que estábamos compartiendo camino y nos fuimos a dormir con el calor que se acumula en los refugios. La única pega fue no poder ver la isla de Elba y la Toscana, que hubiéramos podido contemplar de haber disfrutado de un día despejado.
El día siguiente daría más de sí...
Salimos bien protegidos contra la lluvia porque todavía caían algunas gotas, pero fue cruzar la carretera nacional, ponernos a ascender y dejar de llover todo uno. Fuimos quitándonos capas poco a poco mientras ganábamos metros. La subida de Vizzabona hasta el collado de Bocca Palmenti es tendida pero continuada a través de un bosque, que únicamente desaparece en los últimos momentos antes de finalizar los 720 metros de subida.
Al llegar a Bocca Palmenti nos giramos y pudimos ver el Monte d'Oro, junto al que habíamos pasado el día anterior, completamente envuelto en nubes. De menuda nos había librado. Aquí el relente se hacía notar al estilo cierzo aragonés, y nos volvimos a tapar. El día no parecía despejar, pero la lluvia nos iba respetando.
A partir de este instante se hace notar el cambio entre la parte norte y la parte sur del recorrido. En este segundo grupo de etapas la mayoría de las pendientes tienen menor inclinación, hay mucho menos granito, las alturas se suavizan y los senderos transcurren más tiempo entre bosques de todo tipo de vegetación mediterránea.
A partir de este instante el camino descendía ligeramente hasta un total de 150 metros, para ganar más adelante, tras ir recorriendo la ladera de la sierra, súbitamente unos 70 metros de desnivel positivo en fuerte pendiente, ya muy cerca de nuestro destino final del día.
Llegamos sin mucho esfuerzo a la estación de esquí de Campanelle. Tan sólo cuatro horas y media de camino, pero un descanso necesario después de la etapa, corta pero muy intensa, del día anterior. Supuestamente en Campanelle hay un refugio del Parque, pero la realidad es que está abandonado y sin cuidar. Supuestamente la llave la tienen en el albergue de la estación, pero cuando fui a preguntar me dijeron que lo tenían "cerrado". Dado que las puertas abiertas y el techo está en condiciones podría servir como última opción, aunque habría que tener cuidado con los animales que puedan entrar a lo largo de la noche.
Nosotros optamos finalmente por plantar la tienda y darnos una ducha con los últimos rayos de sol que íbamos a ver en unos cuantos días. El agua de la manguera salía congelada, aunque no tanto como la que íbamos a probar al día siguiente. Con la tienda plantada comenzó a llover. Cenamos en el refugio y pasamos una noche bastante fría, tanto que yo acabé vestido dentro de mi saco de verano y saliendo de la tienda a las 6 de la mañana para moverme un poco. Con posterioridad supe que las 8 de la mañana es termómetro marcaba 6ºC.
El día siguiente amaneció desapacible, aunque seguía sin llover. Recogimos la tienda mojada y tras el desayuno nos pusimos en marcha Desoyendo los consejos de nuestra guía, decidimos que la variante alpina del Monte Renoso no era la mejor opción con un tiempo tan inestable. Decidimos bordearlo siguiente la variante de bajo perfil. Poco que contar sobre ella, salvo la majestuosidad del paisaje. Alguna gota nos cayó, pero pronto dejó de llover. Bordeamos el macizo y, por una fuerte pendiente al principio y mucho más suave posteriormente, llegamos a Col de Verde. Tuvimos la suerte de cruzarnos con nuestros primeros y famosos cerdos salvajes corsos. Quien no los conozca que lea "Astérix en Córcega".
Col de Verde era una posible ubicación teórica para fin de etapa si hubiéramos seguido directamente desde Vizzabona sin parar en Campanelle. Sin embargo, al sobrarnos tiempo, decidimos parar antes el día anterior y en este lugar únicamente nos avituallamos. Parece no estar nada mal acondicionado y justo al lado de la carretera, con lo que los precios quizá sean más baratos, si algo así puede decirse en el GR-20.
A partir de aquí una última subida. Nos pusimos las pilas y subimos a muy buena marcha. Se notaba que los días pasaban y que los músculos de las piernas (y los de los hombros y la espalda, que son los que soportan el peso de la mochila) estaban entonados. Casi 600 metros de desnivel positivo hasta la Bocca d'Oro. Desde allí pudimos contemplar, momentáneamente, el Monte Renoso. Pero no era el panorama lo que nos preocupaba, sino las nubes negras. Nos tapamos rápidamente, tapamos las mochilas y nos dirigimos prestos al refugio de Prati, pero 15 minutos antes de llegar comenzó a descargar y lo hizo para no parar.
Llegamos al refugio bastante mojados para lo poco que habíamos estado bajo la lluvia. Preguntamos inocentemente a la guarda si quedaba sitio en el refugio y, para nuestro gozo, nos dijo que sí. Sino, dadas las condiciones climatológicas, lo más probable es que hubiéramos acabado durmiendo en el suelo del comedor. Algunos valientes, como Constance y Guillaume o Inna y Hans, decidieron dormir en la tienda (con el consiguiente frío). De ellos hablaré más adelante.
La tarde en el refugio pasó apacible. Nos pudimos duchar aprovechando un alto en las precipitaciones, aunque con el agua más fría que habíamos probado hasta ese instante y que no volveríamos a encontrarnos ya más. Por la noche pasamos momentos divertidos con toda la gente con la que estábamos compartiendo camino y nos fuimos a dormir con el calor que se acumula en los refugios. La única pega fue no poder ver la isla de Elba y la Toscana, que hubiéramos podido contemplar de haber disfrutado de un día despejado.
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