viernes, 4 de febrero de 2011

Trans-Guadarrama (IV) -vuelta a las cumbres-

Tercer día de Trans-Guadarrama. Nos levantamos después de haber podido dormir bajo techo y no por la bondad de "fray Burguesía" precisamente. Ha hecho frío en el enorme barracón que compartimos los tres, pero no nos hemos mojado con el rocío mañanero y eso no es moco de pavo.

Recogemos todas las cosas, hacemos las mochilas, desayunamos y deshacemos la puerta que hemos inventado con una capa de agua, una cuerda, el bastón de caminar y las botas para sujetar por abajo. Retomamos nuestro camino con un día espléndido agradecidos a los que nos han ayudado a pasar la noche.  Lo primero de todo es rellenar las botellas, así que nos acercamos de nuevo al monasterio de El Paular y en la fuente hacemos lo propio. Bien pertrechados nos ponemos a andar y justo donde empieza la pista del GR 10.1 preguntamos a un ciclista para que nos asegure que vamos en el buen camino.

La pista es poco complicada al principio y andamos entretenidos con nuestra conversación. No hace calor, aunque tampoco hay nubes en el horizonte. Todo un cambio en relación a los dos días anteriores. Seguimos las marcas del GR, pero pronto se van haciendo más y más escasas, hasta desaparecer. Con el mapa vamos decidiendo por dónde ir. De pronto llegamos a un claro en medio del bosque, justo a la sombra de Peñalara. Se distingue a lo lejos el valle que lleva al puerto de Cotos. Las marcas rojas y blancas han desaparecido, pero decidimos seguir lo que parece un sendero.


Como no puede ser de otra manera al cabo de un rato nos damos cuenta de que ese no es el camino y dentro de nuestra habitual práctica unida a la perpetua cabezonería, sabiendo perfectamente donde estamos, seguimos monte a través. Llegamos a un claro idílico. PPG comenta que si por el fuera se quedaría allí mismo toda la vida. Pero tenemos que continuar. Es domingo y nosotros estamos en medio de un Parque Natural yendo campo a través. Matamos el hambre con unos emparedados, como dirían Bubu y Yogui, bajo la sombra de un árbol y tras media hora más de montaña pura y dura conseguimos llegar al sendero de las lagunas de Peñalara.


El camino de las lagunas en un domingo cualquiera con buen tiempo se asemeja más a una auténtica autopista que a un camino de montaña. Sorprendemos a la gente apareciendo con los mochilones por un lado del camino, pero pronto nadie nos mira. Bajamos tranquilamente, ahora sí, pegados a Peñalara. Es justo el momento de reencontrarnos con el camino que inicialmente teníamos previsto. No subimos al pico más alto de nuestro periplo primigenio, pero vamos a tener posibilidad en un futuro de volver a subir. Poco a poco, más por la gente que hay que por la nula dificultad del camino, llegamos al puerto de Cotos.

Hambrientos como estamos vamos directos a la Venta Marcelino. Hemos llegado al puerto mucho más tarde de lo previsto por culpa de nuestro "desvío turísitico". Nos tenemos que reorganizar. Pensamos mientras damos buena cuenta de los bocadillos y de las cervezas. ¡Qué ricas las cervezas! Un día voy a tener que discernir sobre lo que podíamos dar en llamar "las birras de montaña".


Nos levantamos de la mesa, nos miramos y decidimos abordar el camino desde un nuevo punto de vista, el del rail. En un rato estamos en Navacerrada, dejando a los noruegos para un próxima ocasión, quizá con nieve.


Navacerrada es un lugar peculiar, en el fondo como cualquier otra estación de montaña: con antiguos edificios deshabitados, los remontes de esquí como absurdos artilugios esperando la llegada de la nieve y bares para los viajeros de paso. Nosotros llegamos un día después de la vuelta ciclista. Habíamos conseguido una habitación en el albergue de la RSEA Peñalara. Es la única noche que dormimos bajo techo auténtico, con una cama de verdad y una ducha en que el agua no sale de la botella de plástico al lado de la fuente.


El albergue no está muy cuidado, aunque sí que es bien grande. Para nosotros es más que suficiente. Nos duchamos y bien limpitos lavamos un poco la ropa. Tenemos hasta tendedero, todo un lujo. Nos tomamos otra birra bajo el amparo de los últimos rayos de sol y tras una cena escasa nos metemos en la cama. No ha sido un día sumamente exigente, una especie de etapa de transición, pero es que al día siguiente nos espera una buena paliza y parece que el buen tiempo nos va a volver a abandonar. Hay que coger fuerzas y nada como planchar bien la oreja para reponerse.


Nos vamos acercando a la meta de la Trans-Guadarrama, pero esto todavía no se ha acabado...

(CONTINUARÁ)

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