miércoles, 16 de febrero de 2011

¿A que no hay huevos?





Pues sí señor: ¿a que no hay huevos? Estoy seguro que, sino todos, la mayoría de los que lean estas líneas han escuchado esta expresión tan castiza, tan de verdad, hablando en términos de tauromaquia a ras de callejón. Es, como diría un amigo mío: "un sentimiento que no se puede explicar con palabras".

Por supuesto que el mensaje profundo de esta expresión no es exclusivo de los que hablamos en español, ni mucho menos. Todavía recuerdo la famosa frase que ponía en guardia a Marty McFly en Regreso al Futuro:

- ¿Qué pasa Marty? ¿Acaso eres un gallina?

Por supuesto que el cuasi imperturbable Marty perdía los papeles inmediatamente después de oir el cacareo y era capaz de hacer la mayor tontería sobre la faz de la tierra con el único propósito de demostrar que no era un gallina. Hay que estar mentalmente muy preparado para no caer en la tentación de reaccionar como el joven McFly (pese a las advertencias de Doc) ante tales provocaciones.

Diría que ante esta situación, en un grado infinitamente superior los hombres frente a las mujeres (aunque como las meigas, haberlas hailas), actúan (-amos) de manera completamente irracional, entrando al trapo sin miramientos. Claro, que encontrar a alguien que lo reconozca abiertamente no es tarea sencilla.

El caso es que yo hoy lo voy a reconocer. No me da vergüenza. He caído en la tentación. Igual que lo reconozco, también he de decir que no soy un habitual del ¿a que no hay huevos? A las pruebas del segundo día de la Trans-Guadarrma me remito.

Hace un mes, saliendo del metro mientras volvía a casa de trabajar, recibí la llamada de mi amigo EG. La conversación fue algo así como lo que sigue:

-Oye, tengo una propuesta que hacerte.
-¿Una propuesta? Me das miedo.
-No hombre, no. Me ha dicho PS que últimamente estas corriendo bastante.
-Bueno, hago lo que puedo cuando llego de trabajar.
-Entonces seguro que no te importa que nos apuntemos a una media maratón el 13 de febrero.
-Pero tú estás loco. Sólo queda un mes. No nos va a dar tiempo a prepararnos como toca.
-¡Pero que estoy oyendo! Venga, que así nos ponemos una meta y lo hacemos.
-Pero E, que no, que hacerlo así es una burrada.
-Venga, que seguro que podemos. ¿Qué pasa? ¿Que no te vas a atrever ahora?
-Hombre, visto así. Igual entrenando bien.
-Pues ya está todo dicho. Voy yo mismo mañana y cojo dorsales para los dos. Te llamo y te cuento.
-Venga pues, ya me dices mañana. Hasta luego.
-Hasta luego.

Y es que el ¿a que no hay huevos? no tiene porque ser siempre explícito. En este caso no supe decir que no, así que el plan de correr la primera media maratón de mi vida se vio adelantado un mes entero en el calendario (lo siento MM si al final lees esta entrada). Eso ha supuesto un entrenamiento forzado y no demasiado acorde con la importancia de la empresa que nos planteamos llevar a cabo. Pero llegado el día no queda más remedio que afrontarlo.

La media maratón Fuencarral-El Pardo, en Madrid, no es precisamente la más llana de las que se hace en esta ciudad, pero sí una de las más bonitas. He quedado con EG en el centro de la ciudad a las 8h15 de la mañana, para llegar bien al sitio de inicio, en el antiguo pueblo de Fuencarral.



Los primeros 9 quilómetros son muy fáciles, mucha bajada y conteniéndose para guardar fuerzas. Eso sí, es llegar al Pardo y la cosa se pone fea. La carretera empieza a empinarse y las fuerzas se van desgastando. Poco a poco, en el margen derecho de la carretera ves pasar las señales que marcan los puntos quilométricos. Un habituallamiento, otro y al final un par de cuestas más antes de llegar al punto de salida, que también es el de llegada.

Ha sido una carrera bonita aunque dura en su segunda mitad. Los problemas gastrointestinales no me han permitido correr más deprisa, pero el objetivo hoy era llegar y lo he hecho por debajo de las 2 horas. El 13 de marzo correré mi segunda media maratón, más llana, con más amigos y seguro que será una fiesta y volveré a casa con la misma sensación de alegría con la que he llegado este domingo.

Gracias EG por ese ¿a qué no hay huevos? y por la carrera. A veces es hasta saludable lanzarse a hacer algo sin pensar demasiado.

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