sábado, 29 de enero de 2011

Las plumas de Ícaro


Por esta vez vamos a dejar la montaña de lado. Tal vez escribir sobre este tema suponga rayar en el localismo más burdo, no lo niego, pero al final uno es de donde es y, en cualquier caso, se trata de un fenómeno que se repite en muchos otros lugares. Hoy voy a hablar, como ya lo he hecho en alguna ocasión, de movilidad. Escribía hace algunos meses sobre movilidad urbana, del uso de la bicicleta en las ciudades o de ideas como la de ofrecer tu coche para compartir el sitio libre a través de la red. En esta ocasión lo haré desde otra perspectiva

Me he pasado parte del fin de semana montado en avión, lo que me ha llevado a reflexionar, o mejor dicho, a volver a reflexionar sobre las instalaciones aeroportuarias. Parece que están últimamente muy de moda en España gracias a los controladores aéreos y a sus huelgas incontroladas. Pero no, yo no voy a hablar de ello. Yo sólo quiero escribir sobre los aeropuertos en sí.


Con la adhesión de España a las entonces Comunidades Europeas, que se hizo efectiva el 1 de enero de 1986, llegó a llegar a España como un flujo de millones y más millones de los ecus de entonces provenientes de los fondos europeos. A partir de ese instante se comenzaron a construir nuevas autopistas y grandes carreteras. Nuestra concepción de los viajes de una parte a la otra del país cambió por completo. Los puntos geográficos se aproximaron temporalmente entre sí por carretera como nunca antes lo podíamos haber imaginado. Todavía guardo el inefable recuerdo de los viajes con interminables filas indias de coches (caravana, como lo llamábamos entonces) por las antiguas nacionales entre Segovia, donde vivía, y Castellón, donde vivían mis abuelos.


El pais evolucionó muy rápidamente y cambió nuestra sociedad y su manera de ver el futuro. Otro de los aspectos que cambió fue el de la educación superior. Las nuevas universidades aparecían como champiñones; cada capital de provincia tenía tener su propio centro universitario, con las ventajas e inconvenientes que ello supone. Sin embargo, ha habido otro tipo de infraestructura que creció también exponencialmente en número. 

Leía lo siguiente hace poco en internet:

Ya veis, surgen aeropuertos por todos lados. Como con las universidades, las provincias y sus capitales respectivas quieren tener ahora un aeropuerto, que es lo que está de moda, como el tractor amarillo. En mi provincia de origen decidieron ya hace años construir uno. Justo en los meses que corren las obras están a punto de finalizarse. La pista era visible estas navidades ya desde las estribaciones del Peñagolosa.


El caso es que lo que me llama poderosamente la atención es la reflexión que lleva a la construcción del aeropuerto. No digo que no sea una infraestructura necesaria hablando stricto sensu. Sin embargo ¿es necesaria en Castellón? Hay que recordar que a unos 80 quilómetros al sur encontramos el aeropuerto de Valencia y unas dos horas al norte está el aeropuerto de Reus y poco más allá el de Barcelona. ¿Por qué necesita Castellón un aeropuerto? ¿para qué va a utilizarse? He oído y leído muchas veces como pretexto la promoción turística. Bien, vale, de acuerdo, pero... no veo yo que haya una inversión en infraestructura hotelera más allá del esperpento de Marina D'Or. ¿Hace falta un aeropuerto para "eso"? No lo creo. Quizá antes de construir el aeropuerto habría que reflexionar en mayor profundidad sobre qué tipo de turismo queremos y cómo queremos promocionarlo y, luego, tal vez, llegar a la conclusión de si se necesita o no un aeropuerto.

Desde luego que no se crea el aeropuerto para el transporte de mercancías porque el producto principal de la industria de la región, el azulejo, es demasiado pesado para transportarlo por aire. Tampoco está la ciudad cerca de otra como Madrid o Barcelona como le pasaría, por ejemplo, a Gerona o a Valladolid. Sí, bueno, Valencia es grande, pero ya existe un aeropuerto donde vuelan compañías de bajo coste y las comunicaciones entre CS y Valencia tampoco son las mejores.

Mi preocupación es saber si alguna vez se piensa en una marco amplio y largo-placista (mas allá de una o varias legislaturas) cuando se proyecta en la edificación de infraestructuras de este tipo. Quizá el desarrollo del tren, en todas sus variantes y tanto de pasajeros como de carga, la mejora de los puertos de mercancías y la ejecución de un plan de turismo racional y sostenible daría mejores resultados y produciría un mayor retorno en los habitantes de la región. Todo ello bien estructurado posiblemente contenga unas externalidades mayores que las que produciría, desde mi punto de vista, hipotéticamente el aeropuerto.

Estas palabras son sólo eso, reflexiones al vuelo de una semana marcada por las alturas. Lo que sí da vértigo es que al final, con todo el dinero invertido, ocurra con esta situación como con Ícaro y la cera de entre las plumas se derrita al acercarse al sol, precipitándose el protagonista al mar desde las más lejanas alturas. En Ciudad Real ya saben algo del tema.

No hay comentarios: