Pero tras el largo camino han llegado las navidades, el descanso en la "terreta" y el tiempo de hacer otras cosas. Ya sólo el viaje y un par de días en casa me han permitido poner mi atención en un par de libros de los muchos que esperan en una exagerada pila a ser leídos.
El primero, pese a lo que pudiera parecer, me está pareciendo excesivamente denso, aunque tengo que reconocer que el personaje merece un libro así. Probablemente sus propios libros sean más interesantes que esta biografía. Probaremos.
El segundo ha sido una vuelta a algo ya conocido. Empecé por un libro suyo especialmente interesantes como "De qué hablo cuando hablo de correr". A partir de ahí se convirtió en mi libro de viajes porque yendo a la otra punta del mundo -ida y vuelta- me leí casi entero "1Q84". Ahora ha tocado volver metafóricamente al lejano oriente. Lo he hecho mientras viajaba en autobús y un poco más al llegar a casa.
Me resulta interesante como Murakami consigue captar tu atención desde el primer momento y mantener la tensión durante casi todo el relato. Nunca sabes qué va a pasar a continuación y sólo tienes ganas de seguir leyendo. Ahora bien, de ahí a premio Nobel va un trecho.
Eso sí, esta vez ha ocurrido un hecho extraño. Al llegar a casa, en mi habitación, he reconocido en la estantería esta foto que hacía tiempo que tenía.
A decir verdad, no sé de donde salió. Es Japón, eso seguro. Pero el caso es que yo nunca he estado allí. Sin embargo es el vivo retrato del libro que he leído.
No sé por qué extraña razón Murakami siempre recurre a los trenes. El caso es que me gusta su reiteración.
En una semana cojo el tren y un par de días más tarde vuelvo a cogerlo. Tendré que buscar otro libro de Murakami para hacer más corto el trayecto.
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