miércoles, 13 de febrero de 2013

RODANDO SOBRE LA NIEVE


Llega el invierno, los fríos, las nieves y las heladas, pero ¿cómo dejar de salir en bici? De ninguna manera. Hay que seguir rodando.

Quedada a las 9 de la mañana en la estación de Cercedilla y como el tren llegaba demasiado pronto, en este caso decidí bajarme en Collado Mediano y aprovechar el recorrido de bajada hacia la capital para subir en dirección contraria.

Bajé del tren y frío, lo que viene siendo frío, hacía un rato, para qué negarlo. Me ajusté bien todo y poco a poco, gracias al GPS, conseguí ir avanzando hacia la estación de tren. Llegué un poco tarde, pero teniendo en cuenta que el resto todavía estaba bajando las bicis del coche podemos decir que llegué pronto.



Nos saludamos, cubrimos necesidades perentorias y nos pusimos manos a la obra. El mítico puerto de la Fuenfría, que ya he subido en varias ocasiones, hace que te tengas que esforzar hasta casi el final. En esta ocasión resultó particularmente divertido. La primera parte, como decía, pica hacía arriba y, una vez superado el mirador, empieza la fase más tendida, el último par del quilómetros del puerto.


Sin embargo, cuando la pista esta llena de nieve y, sobre todo, de hielo, la cosa se complica. Algún resbalón que otro, ruedas derrapando y, ¡zas!, de repente alguien que se cae. Esta vez le tocó a S.J., cuya mano, como podemos observar en el gráfico, acabó ligeramente amoratada y dolorida.


Una vez en la Fuenfría pudimos ver que la nieve que nos esperaba bajando, sin dificultarnos el paso, no iba a ser menor que aquélla sobre la que habíamos rodado subiendo. Fuimos bajando poco a poco y cuando desapareció la nieve nos dimos de bruces con el barro. Por supuesto, como toda buena salida en bici, acabé perdiendo mi multiherramienta. Quien la encuentre en medio de los senderos, qué la disfrute.



Por fin llegamos a la entrada de Segovia. Aquí dejé yo a mis amigos de aventura, que se acercaron hasta el centro de Segovia y se retrataron bajo el milenario acueducto antes de volver. Yo, entretanto, pude disfrutar de una buena ducha y una mejor comida entre amigos. Regresé un poco más tarde en cercanías y me sucedió uno de los encuentros más extraordinarios que he tenido en tiempo. Pero eso es harina de otro costal...




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