martes, 1 de mayo de 2012

EL ALMACENERO DON MANOLO


(Tras haber faltado a mi compromiso semanal de publicación, vuelvo con fuerzas renovadas...)

Recuerdo aquel profesor de origen argentino que tuve. Trataba de explicarnos la planificación en el comercio exterior ejemplificando con las cuentas del almacenero Don Manolo, el padre del famoso personaje de Mafalda: Manolito.

Fuente: http://susanasuscircunstancias.blogspot.com.es/2010/09/mafalda-tiras-manolito.html

Don Manolo, tras pasarse el lápiz entre los dientes, haría cuentas concienzudas sobre el papel de estraza manchado de aceite para saber con qué productos reponer su pequeño almacén. Y es que Don Manolo no es más que el fiel reflejo de las tiendas que hace años jalonaban todas las calles de este país. Todavía recuerdo con cariño el pequeño supermercado que había en la playa de mi pueblo. Era un espacio donde uno podía comprar desde el flotador al cuarto y mitad de mortadela con o sin aceitunas pasando por el periódico con sólo un  paso de diferencia. También me viene a la memoria aquel pequeño colmado en la plaza de Guápulo, en Quito, donde una señora de edad indefinible y tendiendo hacia la eternidad nos contaba la historia del barrio mientras combatíamos la sed con una colita.

Hace casi dos años me mude a mi actual casa. Es un barrio de una gran ciudad a pocos minutos a pie de donde aterricé por casualidad la primera vez que vine a vivir por estos lares. Pero en esta gran ciudad, en buena parte de ella al menos, los barrios son como pequeños pueblos. En el mío también tenemos a nuestros Don Manolo con su pequeño almacén.







La frutería ha sido la primera en desaparecer, pero todavía quedan la mercería, la tienda de iluminación, la boutique, las farmacias, la tintorería, la tienda de alimentación (ahora ya regentada por chinos, aunque eso merece otra entrada), la jamonería y, uno de mis favoritos sin ninguna duda: la ferretería.




Pero la entrada de hoy no la inspira ninguna de las anteriores; la inspira la peluquería. En los últimos más de 15 años no había puesto los pies en una peluquería y cuando esporádicamente lo había hecho el resultado había sido nefasto. Mi hermano, mi antiguo compañero de piso, mi mejor amigo de la oposición habían sido mis peluqueros habituales. Ahora todo eso cambió

Gabriel lleva cortando el pelo en el barrio unos 28 años, según sus cálculos aproximados. A primera vista quizá nadie con un grado mínimo autoimpuesto de pulcritud acudiría a este establecimiento. Creo que la última vez en que se modernizó el escaparate fue, pues eso, hace 28 años, por no hablar de otras partes de la tienda. Sin embargo, irse a cortar el pelo con Gabriel se ha convertido en uno de esos grandes placeres de la vida.


Gabriel (o Gabi, como le llaman los amigos y él a sí mismo), te recibe siempre con una sonrisa socarrona y nunca te dice que no te puede cortar el pelo, pese a que le queden cinco minutos para cerrar. Aunque podría loar sus cortes de pelo (siempre acierta cortándolo como le da la real gana) hoy no lo voy a hacer. Hay algo mucho más importante cuando uno va a cortarse el pelo con él: las conversaciones.

Cada vez que me toca ir el tema de conversación difiere todo un hemisferio del que pude disfrutar en la anterior ocasión. Puedes llegar a entrar y encontrarte una bicicleta en medio de la peluquería o a Gabriel reparando un par de planchas de madera de la puerta de un armario, con lo que la conversación va de soi. Ayer mismo tocó hablar de la lotería, la quiniela y la problemática de adelantar el dinero de los amigos para cualquier fin. Eso sí, Gabriel es la voz de la experiencia, ha vivido todo tipo de situaciones y si le escuchas con atención puedes sacar grandes lecciones para la vida. Incluso puedes llegar a comprender como a alguien que se bebe ocho cubatas una noche le sienta mal, científicamente probado, un vaso de agua.

Todo acaba siempre con una piruleta. Sí, da igual que tengas cuatro años como setenta, no llevarse una piruleta del rey de las piruletas es hacerle un feo a Gabriel. Como me dijo ayer al despedirme: "es que estáis todos enganchados". Lo que bajo ningún concepto se puede hacer al ir a la peluquería de Gabriel es hablar mal del Atlético de Madrid... entonces seguro que nunca más te corta el pelo.



No veo el momento de tener que acercarme de nuevo a la peluquería para poder echar la tarde conversando con Gabriel.


1 comentario:

Anónimo dijo...

En cuanto al cartel "de caballeros" la segunda palabra te queda un poco grande, por lo demás, todo ok.