miércoles, 5 de marzo de 2014

SSSSSSSSSHHHHHHHHHHH

Desde que nos despertamos nos envuelve el ruido. Los despertadores suenan en nuestras habitaciones y en la de nuestros vecinos; los noticieros matinales nos abren los ojos a la realidad cotidiana; el coche, el autobús, la moto... de camino y de vuelta del trabajo; el ajetreo diario con el atronador sonido de las teclas del ordenador al pulsarse...

Todo es ruido hasta que de repente, en medio de la inmensidad del paisaje uno se sienta, inspira hondo y se deja llevar por el silencio. 



¡Oh sorpresa! ya lo decía Mario Benedetti: hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio

lunes, 17 de febrero de 2014

CANALES PERDIDAS: SENDEROS ENCONTRADOS

Estos días nos enterábamos de la siguiente noticia. Quienes nos sentimos especialmente atraídos por la montaña notamos una especial congoja al ver, oír o leer noticias de este estilo.

Precisamente hace una semanas recibí la llamada de atención de T.R. Hacía mucho, demasiado tiempo que la "ferralla" se oxidaba aburrida en el fondo del armario. Decidimos que no podía seguir así, por lo que nos acercarnos, relativamente pronto, hacia una zona bien conocida de la Sierra de Guadarrama.

La sorpresa, siempre entre comillas, fue la de ver los márgenes de la carretera y los aparcamientos llenos hasta la bandera. No cabía ni un coche más. Aparcamos el auto a un lado, nos pertrechamos y tomamos el camino directo hacia la laguna grande.

Las pequeñas laderas al lado de la carretera estaban atestadas de familias disfrutando del descenso en trineo y de las guerras de bolas de nieva. Tal y como nos fuimos alejando del puerto, poco a poco, dejamos de cruzarnos con gente y en medio de aquel eterno "vaso de leche", la quietud del invierno nos fue envolviendo.









Ello no obstante, el viento no cejaba en su empeño de molestar nuestra andadura y, llegado cierto momento, viendo las condiciones meteorológicas y peses a nuestras ganas de calzarnos los crampones, nos dimos media vuelta. Al final la montaña siempre está ahí y más pronto que tarde regresaremos, eso sí lo tenemos claro.

Bajamos al valle, sin mayores pretensiones. Son "cienes y cienes" las veces que hemos podido pasar por ese valle. Sin embargo, en esta ocasión nos dirigimos a la vertiente occidental del pequeño valle. Cuál fue nuestra sorpresa al encontrarnos con unos preciosos caminos que, considerados en su conjunto, completaban un hermoso circuito para entrenar carreras de montaña.




Disfrutamos como enanos el paseo entre el sol, que salía y se escondía como los cuernos del caracol, y la lluvia, que aunque fina era fiel a su persistencia. Desde allí bajamos al pueblo a reponer las pocas fuerzas gastadas.

Regresaremos pronto, eso seguro, aunque siempre nos faltará S.P., quien disfruta de más gélidas temperaturas allende los Urales.

miércoles, 5 de febrero de 2014

ALTA MAREJADA

Son días de olas de más de 10 metros, de paseos marítimos destrozados por la fuerza del mar, de génesis ciclópeas que explosionan colisionando contra la superficialidad terrestre.



Sin embargo el mar sigue ejerciendo sobre nosotros una atracción, en ocasiones fatal. Imagino que para todos aquellos cuyas raíces se hunden junto a la mar, aunque no sea océana, como "el pi de Formentor", seguirá oliéndonos siempre el ambiente a las salpicaduras de las olas y quedándonos en la punta de la lengua ese pequeño regustilo a sal.








domingo, 2 de febrero de 2014

EN ERUPCIÓN

Calor, calor, humedad y más humedad.

Puede que haya muchas maneras de definir aquello, pero no se me ocurre mejor forma de hacerlo.


El Ecuador, el trópico... ya han sido varias veces las que me he paseado por esos lares. Aún así, sigo sin ser capaz de hacerme a este tipo de climas. Quizá algún día no me quede más remedio que hacerlo. 






Comenzamos a andar después de un breve trayecto en furgoneta. El aire se hacia pesado mientras ascendíamos, poco a poco. En los pequeños torrentes de lava seca, donde andar se hacía más complicado, el sol escondido entre las nubes abrasaba nuestras blancas pieles. No había crema protectora que aguantara aquello.


Continuamos remontando el camino. Parábamos cada cierto tiempo. La humedad se hacía patente en el sudor desproporcionado que empapaba mi camiseta transpirable. En cada parada no dejaba de beber agua para tratar de reponer los líquidos que iba perdiendo.

Tras un par de horas, en medio de la espesura, aparece el campamento 1. A esas alturas comenzaba a sentirme mal. No es que hubiera sido una caminata técnicamente complicada, sin embargo la pérdida de líquidos se reflejaba directamente en la percepción de lo que me rodeaba. En cualquier caso, con un poco de descanso y rehidratación todo volvió a la normalidad.

Después de montar las tiendas y encender el pequeño fuego humeante para espantar a los mosquitos, ascendimos ya sin mochilas unos 300 metros más. De repente, casi sin avisar, nos dimos de bruces con un enorme cauce de lava seca: espectacular. Sólo eso ya merecía la pena. Pero nos dimos la vuelta, alzamos la vista y justo frente a nosotros, se alzaba el cono perfecto. Ese sería nuestro objetivo al día siguiente.





Regresamos maravillados al campamento. La imagen del cráter todavía permanecía en nuestra retinas mientras degustábamos las especialidades locales. Inmediatamente nos retiramos a descansar. El día siguiente nos esperaba una buena paliza. Los párpados fueron cerrándose y el rumor de las conversaciones fue dejando paso a los ruidos del bosque tropical hasta que... de repente comenzaron a oírse las orquestas de los pueblos y ciudades que alrededor de la falda del volcán celebraban las fiestas patronales.



A las 04:30 nos arrojamos a los brazos del nuevo día; gracias a la inconsciencia somnolienta que reina a esas tempranas horas. Comimos para coger fuerzas y con los cascos y las ganas nos echamos al monte.


Volvimos a ascender los 300 metros que ya habíamos recorrido el día anterior, pero en esta ocasión continuamos hasta el interior del cauce de la colada. resultaba espectacular moverse silenciosamente por entre donde una vez fluyó la lava.




Continuamos con nuestro camino no sin resbalones imprevistos al fallar el agarre de nuestras zapatillas sobre la pulida roca. A nuestras espaldas se levantaba el sol y lo que hasta ese momento había sido una agradable brisa proveniente del mar se convertía finalmente en un calor que comenzaba a abrasarnos.

Tras la roca nos adentramos en un extraño bosque de juncos que terminó en la plataforma sobre el que se asienta la segunda plataforma. Desde ahí tan sólo quedaban dos horas y media de caminata hasta la cumbre.








Sin embargo, en ese mismo instnate, nuestro guía nos miró circunspecto tras haber mantenido una charla en bicolano o tagalo (me resultaba imposible distinguir uno de otro) por la radio. Desde la central de visitantes del parque que conforma el volcán le habían avisado del mal tiempo y de unas extrañas fumarolas en el cráter.



Muy a pesar nuestro, aunque nos hubiéramos trasladado desde la otra punta del mundo, tuvimos que dejar nuestra ascensión al Monte Mayón en ese punto. Allí nos hicimos la foto de rigor que pretendíamos hacer en el cráter y retornamos, poco a poco, hacia el punto de partida.



Acabamos contrariados, pero ya se sabe que en estos momentos más vale prevenir que curar. Como muestra un botón, porque dos semanas más tarde, a pocos metros de donde nos encontrábamos ocurrió lo que podréis ver aquí, aquí o aquí. De buena nos libramos. El marido de una compañera nuestra se cruzó con ellos mientras descendía de las laderas del volcán. Al final siempre no hay mal que por bien no venga.



miércoles, 29 de enero de 2014

ÉXTASIS EN LA ECONOMÍA... y en lo que no es la economía.

"It is well and good to opine and theorize about a subject, as humankind is wont to do, but when moral posturing is replaced by an honest assessment of the data, the result is often a new surprising insight"

Ahí queda eso...


lunes, 27 de enero de 2014

LOCURA EN EL DESIERTO

Como un pequeño juego de construcciones, aquéllos con los que nos divertíamos de pequeños, Tente o Lego; como los juegos de ordenador que surgieron tiempo después en los que en un terreno baldío ibas construyendo un aldea primero y muchas partidas después toda una civilización... así es como me sentí encaramado a uno de las construcciones más altas del planeta, viendo a mis pies la superficie marrón del desierto trufada por doquier de elegantes, esbeltos y funcionales edificios modernos.






Efectivamente, algo de verde hay, pero mínimo comparado con el infinito de arena que llena los ojos hasta donde alcanza la vista.

Hay quien considera este paisaje una maravilla y vivir en un lugar así como la gran oportunidad. Sin embargo a mí simplemente me horroriza. Francamente, no consigo entenderlo. A ver si viene alguien y me lo explica.