Enrique Herreros fue un afamado humorista español, amante de la montaña y que hoy da nombre a uno de las sendas más visitadas de la montaña madrileña: la senda herreros.
Sin embargo, en esta ocasión, no fuimos por la citada senda, aunque cerca pasamos. La idea era sólo darse una vuelta, tranquila, por la sierra, y estrenar las nuevas botas. Las Garmont, las anteriores, han sufrido un percance y aunque perfectamente utilizables en ambientes secos, han perdido su estaqueidad y ya no pueden utilizarse con nieve o mucha agua, tal y como pude comprobar en Gredos. Las nuevas, unas Bestard, de Mallorca, tienen buena pinta.
Salí pronto de casa, cogí el metro y en un plis estaba subido en el cercanías camino de Cercedilla. Por supuesto me equivoqué y llegué 20 minutos antes que el resto. Un poco de espera en la estación, ayudé a PPG a encontrar el sitio por teléfono, que venía en coche, y llegados los demás nos subimos en el tren que sube hasta Cotos. Es un tren precioso que asciende hasta la parte alta del centro de la sierra entre los pinares. Aquí fue cuando SP empezó a recordarle a su compañero de piso, C, que se hubiera venido en vaqueros. Así seguiríamos hasta el final de la jornada.
Una vez en Cotos nada mejor que empezar con un buen bocadillo. SP no pudo faltar con su habitual cita con la comida. ¡Cada uno tiene su don! Repostado el combustible fósil (natural y biodegradable, por supuesto) nos dirigimos por la pendiente Loma del Noruego hacia la Bola del Mundo. A nuestra izquierda fuimos dejando Valdesquí, enana y prescindible estación de esquí de la sierra, y en nuestro camino nos cruzamos con el Van Damme de la sierra (el tipet en cuestión se llama así, no me lo invento).
Poco a poco llegamos al alto de la Guarramillas, al que no regresábamos desde el invierno, y desde allí bajamos hasta el puerto de Navacerrada. Como lo nuestro era sólo darnos un paseo, pasamos de los 7 picos y nos dirigimos por el Camino Schmidt al puerto de la Fuenfría. Más que un camino aquello parecía una autopista de la gente que había. Eso sí, las vistas de los pinares de Valsaín son espectaculares.
Comimos en la fuente de la Fuenfría y con paso tranquilo fuimos bajando la calzada para alcanzar las Dehesas y coger el tren de vuelta a Madrid. 20 quilómetros de paseo agradable con amigos, sin ningún esfuerzo suplementario excesivo, pero que permite coger fuerzas y empezar la semana de manera diferente en la capital.
domingo, 26 de junio de 2011
martes, 21 de junio de 2011
STRONGMAN
Ha tocado desempolvar un poco la bici, que desde la semana de San Isidro seguía guardada en el trastero. Estuve toda la semana tentando a la gente, pero al final se cayeron todos, hasta el auténtico adalid de nuestra salida. Total, que al final A. y yo nos juntamos en el tren que va hacia Cercedilla a las 8 de la mañana.
Ya sé, debo estar loco. A. es un auténtico máquina y yo no le puedo seguir la estela ni de lejos. Estoy fuera de forma y paso las de Villadiego para subir las cuestas. Pero como tengo más moral que el Alcoyano para allá que me ido con él. Por supuesto que los 45 quilómetros que hemos hecho a él le han sabido a poco, pero para mí os aseguro que han sido como un triunfo.
Los primeros 15 quilómetros (algo más porque hemos ido primero a hinchar ruedas a la gasolinera) pican para arriba de buena manera. La antigua carretera de la república no es en sí un paso difícil técnicamente, aunque subamos unos 600 metros, pero el paisaje es extraordinario. Una vez arriba hemos hecho una paradiña técnica, una evacuación rápida y a continuar. La primera parte de la bajada transcurre por una pista ancha pero llena de piedras. No hace falta ni tocar los frenos porque las piedras hacen que se reduzca automáticamente la velocidad. Así, poco a poco, pasamos la fuente de la Reina y continuamos por la pradera de la Fuenfría para llegar entre bosques a las lindes de los pinares de Valsaín, famosos por ser productores de la materia prima con la que se construyó la armada invencible, de inefable recuerdo.
Después de adelantar a media provincia (hay que ver la cantidad de gente que se junta los fines de semana en esta parte de la sierra) y bajar algunos senderos más divertidos, llegamos a la pista asfaltada que lleva a Valsaín, de repente: puffffffffff!!!! A. pincha. Nos separamos del camino, cambiamos la cámara, hinchamos y a continuar por el camino directos a los restos del caserío de esquileo de Santillana. Pasamos de largo, cruzamos la carretera de Revenga a la Granja y por medio de unos caminos bastante poco transitados nos acercamos a Hontoria. De ahí seguimos la vía del tren, cruzamos Segovia, subimos por la cuesta de los Maristas al calvario y por detrás del Pinarillo llegamos a la Fuencisla. Un tramo más junto al Eresma y alcanzamos nuestro objetivo final: el ventorro de san Pedro Abanto.
Nos hemos dado un buen tute y esto sólo se repara con un buen cochinillo (en mi caso cochifrito) con su correspondiente cerveza. De ahí directos a la pradera de Fuencisla, una siestecica escuchando a un grupo folclórico ensayar a la sombra de los chopos y un poco de bici más de vuelta a la estación de RENFE de Segovia para coger el tren de vuelta, lleno de ciclistas con sus bicicletas.
Ha sido un día completo: salida de la capital, estupendos paisajes, esfuerzo ciclista y de premio un moreno de obrero de calidad. Eso sí, a ver si consigo levantar el manillar de la bici porque lo que sí he acabado ha sido con un dolor de cuello y espalda toda la semana fenomenal. A seguir entrenando para el próximo objetivo vigoréxico.
Después de adelantar a media provincia (hay que ver la cantidad de gente que se junta los fines de semana en esta parte de la sierra) y bajar algunos senderos más divertidos, llegamos a la pista asfaltada que lleva a Valsaín, de repente: puffffffffff!!!! A. pincha. Nos separamos del camino, cambiamos la cámara, hinchamos y a continuar por el camino directos a los restos del caserío de esquileo de Santillana. Pasamos de largo, cruzamos la carretera de Revenga a la Granja y por medio de unos caminos bastante poco transitados nos acercamos a Hontoria. De ahí seguimos la vía del tren, cruzamos Segovia, subimos por la cuesta de los Maristas al calvario y por detrás del Pinarillo llegamos a la Fuencisla. Un tramo más junto al Eresma y alcanzamos nuestro objetivo final: el ventorro de san Pedro Abanto.
Nos hemos dado un buen tute y esto sólo se repara con un buen cochinillo (en mi caso cochifrito) con su correspondiente cerveza. De ahí directos a la pradera de Fuencisla, una siestecica escuchando a un grupo folclórico ensayar a la sombra de los chopos y un poco de bici más de vuelta a la estación de RENFE de Segovia para coger el tren de vuelta, lleno de ciclistas con sus bicicletas.
Ha sido un día completo: salida de la capital, estupendos paisajes, esfuerzo ciclista y de premio un moreno de obrero de calidad. Eso sí, a ver si consigo levantar el manillar de la bici porque lo que sí he acabado ha sido con un dolor de cuello y espalda toda la semana fenomenal. A seguir entrenando para el próximo objetivo vigoréxico.
miércoles, 15 de junio de 2011
EXPRESIÓN SOCIAL
Mi amigo JL es un estudioso de la sociología popular española, de lo que viene siendo el día a día español. Enfrascado en la lectura de sus reflexiones llevo preguntándome ya unos cuantos meses si este no es un país de chonis y punto, aunque no lo queramos ver.
Lo mío de hoy no será una reflexión, que no tengo el cerebro para tanto, sino más bien dejaré que hable la cultura popular.. Últimamente me he estado fijando en mis desplazamientos urbanos habituales en las pintadas en los muros. Supongo que todo ello a raíz de las pancartas del 15-M como: "no hay pan para tanto chorizo" o "Movimiento Popular de Judea, ¡indignaos!". Todo ello me ha recordado a antiguas pintadas, como aquella que veía todos los días yendo al instituto donde se podía leer: "Zaplana, murciano, habla valenciano". Pero sin duda la palma se la lleva las de mi pueblo. Están todas recopiladas en un grupo de Facebook, y desde allí quiero compartirlas con todos. Ya saben aquello que dice que "mas vale una imagen que mil palabras"...
domingo, 12 de junio de 2011
TRIATLÓN
Él sábado pasado estuve durante un rato delante de la pantalla de esa tele enorme que tenemos en casa y que habitualmente no veo. Estuve viendo en Teledeporte el enorme esfuerzo con que Javier Gómez Noya acabó tercero en el Triatlón de la casa de Campo de Madrid. ¡Qué bestia! como dirían en Ecuador.
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Fuente: http://www.arueda.com/triatlon/triatlon/gomez-noya-no-puede-con-brownlee.html |
El caso es que este año mi amigo MM y yo nos habíamos propuesto de nuevo correr el Traitlón madrileño por excelencia. Y no es que lo hubiésemos corrido antes, sino que el año anterior abandonamos la idea antes de ponernos el bañador.
Este año era el segundo de mis objetivos vigoréxicos. El caso es que la cosa iba bien porque había cumplido el primero con creces, no sólo corriendo una media maratón, sino dos y mejorando el tiempo en la segunda. Aunque supongo que todo en esta vida tiende al equilibrio, y si hubo objetivo vigoréxico 1 por exceso, hubo objetivo vigoréxico 2 por defecto. Vamos, que no habíamos entrenado casi nada, que hicimos un 10 mil a duras penas (yo principalmente) unas semanas antes y que decidimos que para el año que viene hacemos una planificación como Dios manda y lo corremos. ¿A la tercera irá la vencida? Esperemos que sí, yo tengo confianza en ello.
Sin embargo los objetivos vigoréxicos del año no acaban aquí. El siguiente se aproxima y las salidas a la montaña, andando o en bicicleta, aumentan por momentos. Queda poco más de un mes y lo tenemos casi todo planteado. Por el momento lo dejo en el aire, aunque dejo una pista para quien quiera investigar...
lunes, 16 de mayo de 2011
AÇÒ ÉS VIDA I NO LONDRES!!!
Me contaba mi tío en cierta ocasión una anécdota bastante divertida. Habiendo acabado sus estudios de derecho en Valencia decidió irse a París allá por los años 60. Se buscó la vida con múltiples trabajos mientras aprendía el idioma y conseguía finalmente estudiar en uno de los centros de educación superior más prestigiosos de nuestro vecino país. Para el pueblo, entonces, era un bicho raro porque nadie se aventuraba más allá de Valencia o, como mucho, muchísimo, Barcelona. Sin embargo, al volver una vez a casa por vacaciones se encontró con que uno de los jóvenes del pueblo, llamémosle Pepe, se había ido a Londres a buscarse la vida, quejándose de la inmovilidad de la vida en el pueblo y lo aburrida que resultaba. Pasado un tiempo -no mucho-, en verano, volvió mi tío al pueblo y fue a una verbena que había junto a la playa. Allí se sorprendió de la presencia del tal Pepe asiendo una guitarra. Se le acercó y le preguntó que cómo es que había vuelto de Londres, él que se quejaba tanto de lo mal que se vivía en el pueblo, a lo que el propio le respondió entre la nebulosa que probablemente acompañaba su cierto grado de ebriedad:
- Javier, és que açò és vida i no Londres!!!
El caso es que me acordaba de esta anécdota el fin de semana pasado estando en casa de mis padres. El sábado por la noche se había celebrado en el pueblo una cena multitudinaria celebrando los 50 años del nombramiento de las primeras reinas de las fiestas. Estaban invitados todas reinas, pero también los mantenidors, una suerte de pregoneros en el acto de coronación de las reinas. Estaba allí mi tío, que lo fue en cierta ocasión y otros ilustres ciudadanos de Almazora: un antiguo juez del Tribunal Supremo, un fiscal, antiguos alcaldes,... sin embargo, me contó mi tío, el presentador del acto comenzó acordándose de uno de los mantenidors que había dejado un recuerdo más profundo y que nos había dejado hacía ya diez años: Vicent Serra Pesudo.
Vicent Serra Pesudo era mi abuelo. Como cada vez que se habla de él desde hace más de diez años, no puedo reprimir un enorme nudo en la garganta y me entran unas ganas enormes de llorar. No porque ya no esté, porque frente a eso yo no puedo hacer nada, sino porque soy consciente del enorme privilegio que tuve de poder compartir con él casi 21 años de mi vida. Fue gracias a él que conocí el auténtico mundo rural, puesto que mi abuelo era agricultor, de naranjos, y gran experto en el mundo del regadío. Conocí una Almazora rural que ya casi no existe y en la que casi nadie piensa al oír el nombre de mi pueblo. Su actitud me enseñó a apreciar lo que supone el esfuerzo y el fruto que da el trabajo diario. Supe qué supuso lo de ser demócrata antes de que muriese Franco. Incluso me dio después de irse una inmensa lección de generosidad. Era una persona extraordinaria y sólo pedí el día que nos dejó que nunca le olvidase y que supiera ser digno de ser su nieto. Cuando juré mi cargo hace unos cuantos meses lo hice en castellano y en valenciano. En el segundo caso lo hice con la imagen de mi abuelo en la mente, pues con él hablaba en mi segunda lengua materna. Este fin de semana también encontré en casa la placa que le dieron cuando le nombraron hijo predilecto de Almazora, pocos meses antes de dejarnos. Más tarde le dedicaron una calle en el pueblo, junto a la que suelo pasar cuando estoy allí.
Sé que ésta es una manera bastante peculiar de acordarme de mi abuelo, pero la verdad es que sigue presente y sé que su recuerdo seguirá conmigo durante toda mi vida. Así de peculiar era él y así de peculiar es mi pueblo y es que: Açò és vida i no Londres!!!
PD: las fotos son de la web Almassora en blanc i negre
- Javier, és que açò és vida i no Londres!!!
El caso es que me acordaba de esta anécdota el fin de semana pasado estando en casa de mis padres. El sábado por la noche se había celebrado en el pueblo una cena multitudinaria celebrando los 50 años del nombramiento de las primeras reinas de las fiestas. Estaban invitados todas reinas, pero también los mantenidors, una suerte de pregoneros en el acto de coronación de las reinas. Estaba allí mi tío, que lo fue en cierta ocasión y otros ilustres ciudadanos de Almazora: un antiguo juez del Tribunal Supremo, un fiscal, antiguos alcaldes,... sin embargo, me contó mi tío, el presentador del acto comenzó acordándose de uno de los mantenidors que había dejado un recuerdo más profundo y que nos había dejado hacía ya diez años: Vicent Serra Pesudo.
Vicent Serra Pesudo era mi abuelo. Como cada vez que se habla de él desde hace más de diez años, no puedo reprimir un enorme nudo en la garganta y me entran unas ganas enormes de llorar. No porque ya no esté, porque frente a eso yo no puedo hacer nada, sino porque soy consciente del enorme privilegio que tuve de poder compartir con él casi 21 años de mi vida. Fue gracias a él que conocí el auténtico mundo rural, puesto que mi abuelo era agricultor, de naranjos, y gran experto en el mundo del regadío. Conocí una Almazora rural que ya casi no existe y en la que casi nadie piensa al oír el nombre de mi pueblo. Su actitud me enseñó a apreciar lo que supone el esfuerzo y el fruto que da el trabajo diario. Supe qué supuso lo de ser demócrata antes de que muriese Franco. Incluso me dio después de irse una inmensa lección de generosidad. Era una persona extraordinaria y sólo pedí el día que nos dejó que nunca le olvidase y que supiera ser digno de ser su nieto. Cuando juré mi cargo hace unos cuantos meses lo hice en castellano y en valenciano. En el segundo caso lo hice con la imagen de mi abuelo en la mente, pues con él hablaba en mi segunda lengua materna. Este fin de semana también encontré en casa la placa que le dieron cuando le nombraron hijo predilecto de Almazora, pocos meses antes de dejarnos. Más tarde le dedicaron una calle en el pueblo, junto a la que suelo pasar cuando estoy allí.
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Mi abuelo, tercero por la derecha, junto a mi abuela, que sostiene un ramo de flores |
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La madereta que había que conseguir para poder regar a manta los huertos de naranjos |
Sé que ésta es una manera bastante peculiar de acordarme de mi abuelo, pero la verdad es que sigue presente y sé que su recuerdo seguirá conmigo durante toda mi vida. Así de peculiar era él y así de peculiar es mi pueblo y es que: Açò és vida i no Londres!!!
PD: las fotos son de la web Almassora en blanc i negre
jueves, 5 de mayo de 2011
GRE-DIOS
Ya hace un tiempo leí aquí la expresión que encabeza esta entrada. No había vuelto desde que, con siete años, estuve un día con mis padres y unos amigos. Todavía hay en casa de mis padres fotos de aquel día, pero mis recuerdos se reducen a algunas cabras y a una extensión no medible de agua en medio de las montañas.
Desde el refugio hubo quien, con fuerzas guardadas, se fue a hacer una canal (la llamada "canal fácil", que todo hay que decirlo), otros dimos una vuelta a la laguna y alguno más pasó del mundo y se quedó tirado en el refugio, que estaba hasta los topes.
Después de una cena reparadora y un buen sueño nos levantamos al día siguiente. Por causas diversas decidimos abandonar la empresa de cruzar a las cinco lagunas y nos volvimos por donde habíamos venido. El día nos respetó y pudimos disfrutar de una tranquila vuelta hasta Navalperal con el ruido constante del río crecido con el deshielo acompañándonos.
Justo empezó a llover cuando llegamos al coche, así que tuvimos suerte hasta con eso. Fue un fin de semana redondo y seguro el principio de muchos planes más. ¡¡¡Muchas gracias chavales!!!
PD: en el despacho hemos puesto una foto de GRE-DIOS para inspirarnos en nuestro día a día
En esta ocasión, como en tantas otras, la iniciativa surgió de SP. Me lo propuso y después de tanto tiempo sin poder salir de verdad a la montaña se planteaba como una gran ocasión de pisar monte como Dios manda. Volvimos a contar con TR y SP se trajo a AP. Entre todos convencimos a MS, mi compañero de venturas y desventuras en el trabajo, y para allá que nos fuimos.
Salimos a las 7 de la tarde de Madrid y en poco más de dos horas estábamos en las proximidades de Gredos. Buscamos un buen sitio donde plantar las tiendas, preparamos los manjares y yantamos hasta cuasi reventar antes de meternos en los sacos.
Por la mañana nos levantamos rápido, recogimos sacos y tiendas y nos pusimos en marcha hacia Navalperal de Tormes. Nos hicimos un buen desayuno en la plaza del pueblo y cargamos toda la ferretería en las mochilas... preparados para el camino.
De Navalperal subimos tranquilamente, remontando el río Gredos hasta la laguna grande. Podría contar las anécdotas del camino, pero casi mejor que hablen las fotos por sí mismas, porque ir a este lugar en el deshielo es impresionante. A las cinco llegábamos rendidos al refugio Eleola.
Desde el refugio hubo quien, con fuerzas guardadas, se fue a hacer una canal (la llamada "canal fácil", que todo hay que decirlo), otros dimos una vuelta a la laguna y alguno más pasó del mundo y se quedó tirado en el refugio, que estaba hasta los topes.
Después de una cena reparadora y un buen sueño nos levantamos al día siguiente. Por causas diversas decidimos abandonar la empresa de cruzar a las cinco lagunas y nos volvimos por donde habíamos venido. El día nos respetó y pudimos disfrutar de una tranquila vuelta hasta Navalperal con el ruido constante del río crecido con el deshielo acompañándonos.
Justo empezó a llover cuando llegamos al coche, así que tuvimos suerte hasta con eso. Fue un fin de semana redondo y seguro el principio de muchos planes más. ¡¡¡Muchas gracias chavales!!!
PD: en el despacho hemos puesto una foto de GRE-DIOS para inspirarnos en nuestro día a día
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