- Javier, és que açò és vida i no Londres!!!
El caso es que me acordaba de esta anécdota el fin de semana pasado estando en casa de mis padres. El sábado por la noche se había celebrado en el pueblo una cena multitudinaria celebrando los 50 años del nombramiento de las primeras reinas de las fiestas. Estaban invitados todas reinas, pero también los mantenidors, una suerte de pregoneros en el acto de coronación de las reinas. Estaba allí mi tío, que lo fue en cierta ocasión y otros ilustres ciudadanos de Almazora: un antiguo juez del Tribunal Supremo, un fiscal, antiguos alcaldes,... sin embargo, me contó mi tío, el presentador del acto comenzó acordándose de uno de los mantenidors que había dejado un recuerdo más profundo y que nos había dejado hacía ya diez años: Vicent Serra Pesudo.
Vicent Serra Pesudo era mi abuelo. Como cada vez que se habla de él desde hace más de diez años, no puedo reprimir un enorme nudo en la garganta y me entran unas ganas enormes de llorar. No porque ya no esté, porque frente a eso yo no puedo hacer nada, sino porque soy consciente del enorme privilegio que tuve de poder compartir con él casi 21 años de mi vida. Fue gracias a él que conocí el auténtico mundo rural, puesto que mi abuelo era agricultor, de naranjos, y gran experto en el mundo del regadío. Conocí una Almazora rural que ya casi no existe y en la que casi nadie piensa al oír el nombre de mi pueblo. Su actitud me enseñó a apreciar lo que supone el esfuerzo y el fruto que da el trabajo diario. Supe qué supuso lo de ser demócrata antes de que muriese Franco. Incluso me dio después de irse una inmensa lección de generosidad. Era una persona extraordinaria y sólo pedí el día que nos dejó que nunca le olvidase y que supiera ser digno de ser su nieto. Cuando juré mi cargo hace unos cuantos meses lo hice en castellano y en valenciano. En el segundo caso lo hice con la imagen de mi abuelo en la mente, pues con él hablaba en mi segunda lengua materna. Este fin de semana también encontré en casa la placa que le dieron cuando le nombraron hijo predilecto de Almazora, pocos meses antes de dejarnos. Más tarde le dedicaron una calle en el pueblo, junto a la que suelo pasar cuando estoy allí.
Mi abuelo, tercero por la derecha, junto a mi abuela, que sostiene un ramo de flores |
La madereta que había que conseguir para poder regar a manta los huertos de naranjos |
Sé que ésta es una manera bastante peculiar de acordarme de mi abuelo, pero la verdad es que sigue presente y sé que su recuerdo seguirá conmigo durante toda mi vida. Así de peculiar era él y así de peculiar es mi pueblo y es que: Açò és vida i no Londres!!!
PD: las fotos son de la web Almassora en blanc i negre