jueves, 7 de febrero de 2013

DOMINANDO EL MUNDO DESDE LA BOLA




Como en todas las últimas ediciones de la Vuelta a España, la de 2012 también tenía canción oficial: "Día Cero" de la Oreja de Van Gogh.

Animados por el ritmo musical y por haberlo visto alguna semana antes en la televisión, este 2012 iba a ser, por fin, el de nuestra tentativa a la Bola del Mundo. Escasos tres quilómetros de sufrimiento constante con cerca del 20% de desnivel.

Empezamos la mañana, P.Ll. y yo, como suele ser habitual, bajando del tren en Cercedilla y subiendo, poco a poco, el puerto de la Fuenfría. Siempre, las primera cuestas de este puerto, recién bajado del tren, se hacen duras, pero sin prisas se llega hasta el collado que marca la frontera con Castilla y León, a la sombra del primero de los Siete Picos a la derecha y del Montón de Trigo a la izquierda.





Para acercarnos a la base de la Bola del Mundo (o alto de las Guarramillas) optamos por el camino Schmidt. Tuvimos la suerte, aun siendo domingo, porque nos cruzamos con poco gente. Pese a lo que pueda parecer de inicio, el camino fue divertido, teniendo que poner alguna vez el pie en tierra, aunque no mucho.








Pero al llegar a Navacerrada comenzaba la fiesta. Nos hicimos a la idea y para arriba. P.Ll. salió disparado y yo fui subiendo poco a poco, con mucha "fatiguita".  Sólo puedo ser sincero. Me baje más de una y más de dos veces de la bici y hubo un rato que empujé hacia arriba porque creía que me iba a dar un ataque al corazón. Ya no tenía más piñones de los que echar mano. Fue duro, muy duro, durísimo, pero estuvo divertido. P. Ll. subió del tirón e hizo esas maravillosas fotos en las que se me ve a punto de echar los higadillos.










Bajamos rapidísimo de nuevo al puerto y regresamos por el camino del calvario hasta Cercedilla. De hecho, no fue siempre el camino... ya se sabe, uno llega un cruce, dice aquello de "por supuesto que recuerdo el camino, era hacia la izquierda", y acabas donde no toca. Un tramo lo hicimos por un senderito donde acabé  besando el bendito suelo de esta tierra nuestra. Terminamos saboreando una buena cerveza en la estación antes de coger el tren de vuelta a la gran ciudad.


Fue un pedazo de salida. Lástima que P.Ll. ya esté del otro lado del charco, a orillas de un nuevo océano. Espero que pronto volvamos a coincidir. Aunque sea internáutico, le envío un abrazo desde aquí y le dedico esta entrada.

Para acabar os dejo con los profesionales, los que suben dándolo  todo. Una maravilla para los que amamos este denostado pero muy hermoso deporte:



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