miércoles, 14 de marzo de 2012

LA DAMA DE BLANCO

El ser humano resulta sobrecogedor. Sorprende de las maneras más insospechadas. Seguro que en alguna ocasión os habéis cruzado con alguna persona, alguien que da la sensación de ser poca cosa, que no parece destacar sobre la masa a primera vista y que, llegado el momento, se crece, su sola presencia intimida, como un actor con la luz enfocándole sobre un escenario completamente sombrío.

Recuerdo un profesor que tuve (uno de los más motivadores que haya podido tener, todo sea dicho de paso), que me contaba como en su juventud tuvo el privilegio de ver actuar, ya en su declive, a Edith Piaf. Rememoraba como de repente surgió de entre los cortinajes del teatro aquella menuda mujer, esquelética, tambaleándose, y como ,agarrada para no caerse al telón que se cerró tras ella, comenzó a cantar. Obviamente, al verla los espectadores pensaron que desfallecería, a más tardar, durante la segunda canción. Sin embargo, nada más salir la primera nota de su garganta todo se transformó a su alrededor. Nadie era capaz de ver ya a aquella mujer enclenque, en su lugar veían a la fuerza de un titán que les hacía viajar a lo más profundo de sí mismos.

También yo he podido conocer a alguna persona que se transformaba de esta manera. Al empezar su turno, al abrir la boca, su imagen cambiaba y al acabar a uno le parecía haber visto a alguien que nada tenía que ver con la imagen que sus ojos seguían contemplando.

Hace unas semanas tuve el privilegio de ir a ver a una de estas personas. Hace ya algunos años que quería haberlo hecho. Ya son 87 años los que la contemplan, pero subida en escenario, con su vestido blanco, entonando una tras otra melodías de ayer, hoy, mañana y siempre, el tiempo parecía que nunca hubiera pasado. Fueron dos horas sin descansos, hasta con fallos de iluminación y con 6 ó 7 bises. El público batió sin parar palmas en un aplauso que parecía no tener fin. Simplemente espectacular. He tenido la suerte de verla quizá en su última etapa, antes de no poder hacerlo más. Seguro acabaré contándoselo algún día a mis nietos.



Os dejo alguno de sus videos...








1 comentario:

JLM dijo...

Grandiosa, no cabe duda. Yo soy más del "Rosario de mi madre", ya sabes. La letra no tiene desperdicio. Me alegra ver lo seguido que es tu blog "allende de los mares"