lunes, 26 de marzo de 2012

"HAY GENTE PA' TÓ"

Fuente: http://ramonpaz.blogspot.com.es 

Cuenta la leyenda urbana que en cierta ocasión toreaba en la plaza de las Ventas Rafael Gómez Ortega, el Gallo. Estando en el callejón, entre toro y toro, alguien se le acercó y guiándole hacia unos de los tendidos le presentó a un señor encorbatado que se sentaba en los barrera. Dicen que la conversación se mantuvo en los siguientes términos:

-Maestro, le presentó a Don José Ortega y Gasset- dijo el avezado guía
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, maestro. Me alegro mucho de poder conocerle. Soy gran admirador suyo.
-Don José es un gran filósofo- volvió a interrumpir el guía.
El Gallo quedó pensativo durante unos instantes, y dirigiendo una mirada fija a Ortega y Gasset le preguntó sin miramientos.
-Perdone, ¿a qué ha dicho usted que se dedica?
-Soy filósofo. Es decir, me dedico a pensar.
Los ojos de el Gallo se abrieron de par en par y, sin pensárselo dos veces, mientras se daba la vuelta para volver a concentrarse en su próximo toro, le espetó:
-¡Hay gente pa' tó!

Probablemente os preguntéis cuál es la razón de esta historia. La respuesta de hoy es simple: estoy indignado.

Fuente: http://www.unfotografo.es/2011/un-optimista

Llevo unas semanas/meses con bastante trabajo, poco tiempo libre y preocupaciones varias. Quizá eso sea lo de menos, porque todavía queda una temporada en el futuro próximo de similares características. Lo que sí puede que sea cierto es que este contexto sea el causante de que haya ciertas cosas que últimamente me estén sacando un poco de quicio.

Si tuviera que definirme a mí mismo diría que, al menos en parte, soy una persona tranquila y paciente. Pero la paciencia, llegado cierto momento, se agota y, ante la falta de agresividad, simplemente me indigno.

Los motivos de indignación son variados y diferentes y provienen de ámbitos completamente opuestos. Estas semanas estoy un poco harto del trepismo y del afán de protagonismo, como aquella canción que cantábamos con los amigos cada vez que uno intentaba dárselas de cualquier cosa delante de los demás y que acababa con el interesado rojo como un guiri en la Costa Brava en pleno mes de agosto. Quizás sea inocente, pero desde pequeñito me enseñaron (a veces, contra mi voluntad perruna) que uno vale por lo que se esfuerza y sólo puede dignarse a abrir la boca, con moderación y la más grande de las prudencias, cuando ha tratado de ser meticuloso con su trabajo y ha ofrecido todo lo que tenía dentro por el buen fin de la tarea. Hoy me pregunto, viendo lo que veo, si no se estaban equivocando, y es que aquí hasta el más tonto hace relojes. Tal vez lo que tenemos que exportar al mundo mundial, como comenta un radiofónico presentador, es al tonto español, el producto más auténtico de la marca España; y sino al tiempo.

Estoy harto de otro afán de protagonismo, ése cuyo titular se pone a sí mismo en el centro del universo, no permitiéndole distinguir las necesidades de los demás, porque sólo ve las propias, Que lleva al individuo a sentirse superior a los demás simplemente "porque yo lo valgo" -como dirían nuestras amigas de una famosa marca de champú-. Del que lleva a hablar de perdón, magnánimamente concedido, pero en cuyo seno no se concibe la autocrítica. El que lleva a pisar cabezas, del que sea, principalmente del que considera más débil, sin otro fin que el de hacer daño, sin darse cuenta de que a quien cree más débil hace eras geológicas que la vida le enseñó a ser mucho más fuerte que el resto por las adversidades a las que ha tenido que enfrentarse. Además, ese afán de protagonismo que sitúa a uno como gran comercial, vendiendo su parte de verdad sin mencionar si quiera el resto, callándoselo, aunque lo tenga bien presente. Ese afán de protagonismo que no recuerda las palabras de Urs von Balthasar: "la verdad es una sinfonía". Y es que a veces nuestros oídos no comprenden el verdadero sentido del término sinfonía hasta oír la orquesta tocando en armonía, frente a lo que antes creíamos una excelsa interpretación de conjunto escuchando únicamente el sonido de unos timbales y un oboe desafinado. 

Estoy harto de la hipocresía. De la que juzga a los demás de la manera más fiera, sin pararse a pensar, sin darse cuenta de que lo que uno critica a los demás es lo mismo que en otras ocasiones ya ha hecho. De ésa que trata de quedar bien, dándole "la vuelta a la tortilla" y no enfrentándose a la verdad, ya no sé si por el que dirán o simplemente por se creen que los otros jamás se enterarán de todo. Pero ay del día en que se conoce toda la historia, día en que la tortilla vuelve a darse, definitivamente y ya sin remedio, la vuelta.

Y así podría seguir, pero como dijo en cierta ocasión uno de los componente de Los Panchos: "no quiero aburrirles". Al final no haré nada, seguiré exactamente igual que estoy, pero mi cabreo de hoy no me lo quita nadie, por mucho que consiga liberar tensiones escribiendo. Lo único que puedo prometerme a mí mismo es tratar de no reproducir motu proprio las actitudes anteriormente mencionadas, aunque sepa de antemano que ser coherente con uno mismo y sus pensamientos no siempre resulta sencillo.

Al final siempre hay cosas mucho más importantes que las causas de mi indignación perentoria a la par que efímera de hoy; son esas las que hay que saber apreciar y a las que dedicar toda la energía que uno tiene. ¿La gente cuyas actitudes me indignan? probablemente siga igual, quizá cambien, poco importa porque ya lo decía el Gallo: "hay gente pa' tó".

Fuente: http://portaltaurino.net/matadores/rafael_gallo.htm


No hay comentarios: