lunes, 15 de octubre de 2012

GR 2O III (CASTEL DE VERGIO - MANGANU - PETRA PIANA)

Siguiendo la costumbre de los últimos días, nos levantamos con los primeros rayos de sol, a las 6 de la mañana. Recogimos nuestras cosas, desmontamos la tienda y aprovechamos la cafetería del hotelillo de la estación de esquí para desayunar como unos pepes. Nada como un buen bocata para empezar el día con energía.

Abandonamos Castel de Vergio entre unos magníficos pinares que nos permitieron comenzar el día a su sombra sin excesivo calor. Tras una media hora larga de una agradable paseo sin excesivo desnivel, giramos a nuestra derecha y comenzamos la subida. 


Poco a poco fuimos ascendiendo desde los 1380 metros de nuestro punto de partida hasta los 1880 m. de la Bocca â Reta. Alcanzamos en primer lugar a la Bocca San Pedru, donde hay una pequeña capilla y siguiendo los pasos de una mula autóctona fuimos ganando altura hasta llegar al cordal que nos llevaría al punto más alto de este tramo. Durante este trozo del recorrido se va dejando atrás paulatinamente el bosque, que da paso al monte con menor vegetación, preludio del día siguiente.




En Bocca â Reta hicimos un pequeño descanso. Tras retomar el camino nos dirigimos hacia un paraje precioso: el lago de Ninu. Perfecto para hacer una excursión de un día desde Castel de Vergio, a sus orillas se reúnen un importante número de excursionistas y de animales. Pero sin duda el toque kitsch lo ponía la virgen de Lourdes de plástico sobre el caño de la fuente que encontramos junto al lago. Si es que no hay nada como un poco de horterismo para alegrar la mañana.






con mi alter ego

El lago de Ninu desagua hacia el sureste a través del río Tavignano. En este punto se forman unas pozas perfectas para hacer un alto en el camino si el tiempo lo permite. A nosotros no sólo nos lo permitió, sino que aprovechamos para secar bien nuestra colada y comer junto al agua.



Después de la comida y tras habernos tirado al sol como lagartos durante un buen rato, retomamos el camino hacia la Bergerie de Vaccaghia. Justo debajo se observa una bucólica pradera. Se trata del punto exacto que oficialmente se reconoce como inicio de ambas cuencas hidrográficas de la isla. 





A partir de ese lugar únicamente nos quedaba una pequeña subida y tras cinco horas y media amenas y tranquilas llegamos al refugio de Manganu. La guía nos hablaba de un buen refugio, pero con poco sitio para plantar la tienda y, en cualquier caso, bastante expuesto. Nosotros logramos encontrar un sitio resguardado por unos matorrales altos, pero C.G. sufrió la inclinación del terreno durante la noche. 



Este día decidimos participar de la cena del refugio por primera vez y el platazo de pasta no nos defraudó. Las instalaciones no están nada mal y el sol que cayó de plano durante toda la tarde nos permitió secar nuestra importante colada. Aprovechamos la poza que se forma bajo el puente de entrada al refugio para refrescarnos, porque lo que es sombra hay bien poca en este lugar. Nos fuimos pronto a la cama, el día siguiente prometía y las promesas se iban a convertir en realidad.





Con el amanecer comenzaba nuestro cuarto día de caminata. Lo primero que nos tocaba era ascender al punto más alto del GR-20, la brecha de Capitellu. Alrededor de 655m de desnivel de buena mañana que nos iban a llevar a uno de los parajes más espectaculares de todo el recorrido. Cierto es que todo el mundo habla del Circo de la Soledad, del que os hablaba en la entrada anterior. Pero, sin duda alguna, me quedo con este Circo de Capitellu, que bordeariamos durante casi toda la jornada.

No nos lanzamos los primeros al camino ni en broma. La gente madruga mucho. Como nosotros tampoco teníamos prisa decidimos subir poco a poco ante lo que parecía una ascensión bien empinada en un corto espacio de tiempo y de terreno. Al final sólo una hora y media de subida constante, con impresionantes vistas a nuestra espalda y viendo acercarse poco a poco la famosa brecha.






Por fin alcanzamos la brecha de Capitellu y... un auténtico espectáculo. Las fotos no hace honor a lo que allí vimos. Un circo inmenso abierto al este y con dos ibones inmensos, separados entre sí por 200 metros de desnivel. Lo mejor que uno puede hacer al llegar es sentarse y contemplar el espectáculo, en silencio. Nosotros lo hicimos y os puedo asegurar que fue uno de los mejores instantes del viaje.




Cinco minutos escasos después de nuestra llegada apareció François, con el que llevábamos coincidiendo todo el viaje. Pudimos disfrutar con él este instante y lo inmortalizamos en una fotografía. Desgraciadamente, por culpa de la futura lluvia, no íbamos a poder intercambiarnos las direcciones, así que esta es nuestra dedicatoria a todo un señor de y en la montaña.





Pese a que me hubiese gustado quedarme días enteros allí, simplemente contemplando el paisaje, decidimos continuar. El camino bordea poco a poco el circo por su lado sudoeste. La primera bajada es un tanto empinada. Había que ir con cuidado siguiendo los hitos. En un tramo hay una cadena que se desciende sin dificultad. Mirando atrás quedábamos maravillados y estupefactos del imposible trazado que adopta el camino para salvar este escollo de la naturaleza.








Una vez casi completado el medio círculo desde la brecha, el camino atraviesa un auténtico canchal de piedras graníticas por el que hay que ir ascendiendo hacia la Bocca Muzzella. El camino se hace tedioso y lento. A C.G. le costaba ascender y tuvimos que reducir un poco la marcha. Por supuesto nada que no consiguiese arreglar el revigorizante embutido corso y una buena dosis de minerales en polvo diluidos en la botella de agua.

A partir de la Bocca Muzzella, únicamente 20 metros más baja que la brecha de Capitellu, el camino cambia su tendencia y desciende hacia el refugio de Petra Piana. El último tramo se nos hizo muy pesado, aunque finalmente llegamos al refugio 6 horas después de nuestra partida del otro lado del circo.




El refugio de Petra Piana es uno de los más bonitos del recorrido. A las faldas del Monte Retondo, que se eleva a 2.622 metros., desde su ubicación se observa nuestro objetivo de los próximos días, el imponente Monte D'oro a 2.380 metros sobre el nivel de un cercano mar Tirreno. El valle que desciende junto al río Manganello, cubierto de vegetación, se situaba a nuestros pies y completaba la visión de una manera perfecta.







Volvimos a plantar la tienda. Esta vez hay sitio de sobra, pero los vivacs están poco protegidos. Sin dudarlo ni un segundo puedo afirmar que lo mejor del refugio de Petra Piana es su guarda y su cena (la tienda tampoco está mal surtida). Si bien la mayoría de los guardas de montaña suelen ser personas con un carácter un tanto rancio, este personaje, que pasaba parte del año con su mujer en el refugio, era muy acogedor, simpático y bromista. Y su cena... qué cena. Un cuenco sopero hasta los bordes de una especie de potaje revigorizante del que no dejamos ni una gota. De postre unos melocotones en almíbar "para rebajar". Con esa comida cualquiera recupera las fuerzas gastadas durante el día.


Poco a poco las nubes fueron bajando y cubriendo parcialmente el cielo. Después de nuestra habitual colada, la higiénica ducha y de tomar un poco el sol acompañados de un buen libro nos fuimos a dormir con la mente puesta en la solución para la varilla rota de nuestra tienda.



La solución no fue excesivamente complicada. En casi todos los refugios los guardas han plantado tiendas para alquilar, reduciendo el espacio para los que cargamos con las nuestras, pero facilitando el viaje de aquéllos que no quieran cargar con las suyas. Lamentablemente, en el 95% de los casos las tiendas no reciben ningún tipo de cuidado y acaban con las lonas rasgadas e inservibles.

Esa última la situación en Pietra Piena con lo que, ante nuestra adversa situación (aunque sobreviviéramos gracias a la cinta americana) decidimos hacernos con la varilla de una de esas tiendas que, si bien no era exactamente del tamaño de la nuestra, nos podía hacer el apaño hasta el final del viaje.



Como sabíamos perfectamente que, aunque simpático, el guarda no nos la iba a dar, identificamos durante la tarde una tienda deshecha por las inclemencias meteorológicas y antes de que amaneciese el sol, con la ayuda de nuestra navaja suiza, conseguimos la varilla que tanto ansiábamos y que con una pequeña modificación nos iba a funcionar a las mil maravillas. Como veremos en las próximas entradas, nos iba a ser de gran utilidad.

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