lunes, 5 de diciembre de 2011

ACEITUNEROS ALTIVOS

Ya lo dijo el poeta:

...
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán 
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros, 
¡oh buenas fuentes sombrías
bajo los anchos sombreros!
...
Antonio Machado "Los olivos"






Hacía muchísimo tiempo que no iba, pero este año le prometí a mi padre que pediría unos días de vacaciones para ayudarle y así lo hice. Tenía ganas de desconectar y la verdad es que no hay nada como el trabajo en el campo para hacerlo.




Recuerdo aquellos larguísimos fines de semana en la época del colegio y del instituto en los que tocaba despertarse con el frío metido en el cuerpo que puebla esa gran casa sin calefacción, tomarse la leche y ponerse, árbol tras árbol, a recolectar. Lo que más odiaba era tener que agacharme con el gran capazo negro y recoger todas las que estaban en el suelo antes de extender los enormes toldos verdes. Mi abuelo se empeñaba en ello y es que en cosas tan simples como esas se notan las generaciones. Por el contrario, el momento más feliz era cuando me dejaban un árbol, pequeño, todo entero para mí solo y podía, con el alargador de 100 metros, enchufar la radio y perderme en mis propios pensamientos mientras iba escuchando canciones, tertulias o avances informativos. Eso, por supuesto, sin contar la feliz sensación, una vez el sol desparecido por detrás de la Sierra de Espadán, tras recoger todo y entrar en casa para una reparadora ducha, de tirarse en el sofá junto a la chimenea... un placer inigualable.

Como os contaba, este año acudí a recuperar esas sensaciones y muchas de ellas las volví a experimentar. Eso sí, esta vez, con algunos amigos de mis padres ayudando, el momento de comer se convirtió en un auténtico ritual de veneración al estómago generoso. Copiosas, ¿qué digo copiosas? copiosísimas comidas, con ingentes cantidades de vino y ajoaceite convirtieron el momento de levantarse de la mesa para salir a continuar trabajando un auténtico infierno. El resultado final: algo más de 1.600 quilos de aceitunas y ya no sé cuántos litros porque la parte de ir a recoger el dorado elemento al molino me la salté.









3 comentarios:

Anónimo dijo...

como admiradora del blog debo reconocer al merito de haber cumplido una de sus promesas para este año

siga asi

Lola Steiner dijo...

Atenea y el olivo. ¿conoces la historia?

Juan dijo...

Pues la verdad es que no había escuchado hablar de ella. Eso sí, directamente la he buscado y me he enterado, que el saber no ocupa lugar, incluso entre "sienes y sienes" de quilos de aceitunas.