domingo, 18 de noviembre de 2012

GR 20 VI (PRATI - USCIOLU - COZZANO)

Nos levantamos bien pronto en el refugio de Prati. Cuando duermes en la tienda y no hay nadie muy ruidoso alrededor, siempre te puedes hacer un poco el remolón. Sin embargo, en el refugio, en cuanto más de tres personas comienzan a prepararse, entonces no hay quien pare la avalancha, como fichas de dominó todo el mundo se va levantando.


Nada más salir del saco y calzarme, lo primero que hice fue salir a la terraza del refugio y mirar hacia el mar. La visión que tuvieron mis ojos no podía ser más esperanzadora. Se abrían claros sobre el Mediterráneo, 1.800 metros más abajo, y podía ser que lo peor de la borrasca ya hubiera pasado. Con alegría me di la vuelta, giré la esquina del refugio y fue entonces cuando observe las negras nubes que nos iban a ir envolviendo poco a poco.


En cualquier caso y por lo pronto, lo primero que había que hacer era recoger y desayunar para poder ponernos a andar cuanto antes. Por supuesto eso no es más que un deseo porque, al final, siempre se tarda más en empezar de lo que uno desearía.

Nos pusimos por fin en marcha junto al monumento a aquéllos que recogieron en la pradera de Prati los suministros lanzados en paracaídas por las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial. Dichos suministros permitirían continuar la lucha de guerrillas contra las tropas alemanas.



La primera subida, potente, nos llevó al centro de la cresta que, con determinación, seguiríamos durante unas tres horas. de nuevo una pena el no haber contado con mejores condiciones meteorológicas, porque nos hubiera permitido tener unas espectaculares vistas. De todos modos, el juego de las nubes bajas movidas por el viento y los rayos de sol que aquéllas dejan acercarse a la tierra no tenía nada que envidiar a otras tantas situaciones atmosféricas y medioambientales.














Tras las crestas, el camino fue descendiendo y adentrándose en pequeños hayedos en los que, entre la niebla y el verde oscuro, nos parecía estar caminando por un paisaje de druidas, dragones y mazmorras.  El día aguantaba, pero las nubes eran cada vez más negras.












Tras un buen rato caminando entre árboles tocó ascender de nuevo al cresterío. Nos debía quedar algo más de media hora cuando el cielo comenzó a descargar. Lo hizó casi sin avisar (si no consideramos el color del cielo como un aviso durante todo el día). El resultado final fue 40 minutos bajo una lluvia atronadora y un viento helador a principios del mes de septiembre que nos trasladaba mentalmente a marzo, aunque sin nieve. CG no se dio por vencido, aunque sus fuerzas se veían mermadas por el intenso frío.

A las 5 horas y media de camino llegamos al refugio de Usciolu. Poco a poco fue llegando la gente. Nosotros decidimos probar suerte de nuevo con las camas del refugio y cuál fue nuestra buena estrella porque nos hicimos con las dos últimas. Había momentos que, fuera de la estrecha cocina donde todos nos hacinábamos sin hacer mucho más que leer, conversar y jugar a las cartas, la niebla lo cubría todo y parecía que jamás hubiera llovido de tanta agua como caía.



Cenamos la comida del refugio y discutimos con unos y con otros qué es lo que íbamos a hacer al día siguiente. Alguien llamó a Meteo France para confirmar la situación: una enorme borrasca se había detenido sobre Córcega y estaba descargando todo lo que no había llovido los cinco meses anteriores. Resultado... alerta naranja.

Hablamos con Constance y Guillaume, con Inne y Hans y, por supuesto, con François. A la mañana siguiente decidiríamos qué hacer. Los cuatro primeros iban a dormir en las tiendas que les iba a dejar el guarda (el más simpático de todo el recorrido) porque las suyas, de tanta agua como les había caído las dos últimas noches, estaban prácticamente inservibles.

A las 6 de la mañana abrí mi primer ojo con la intención de ir al cuarto de baño. Salí del saco, me acerqué a la puerta de la habitación del refugio que daba al exterior y... no veía ni a un metro mientras caía un enorme aguacero. A las 7 la situación seguía igual. A las 8 tres cuartos de los mismo. El tiempo transcurría y había que tomar una decisión. Básicamente había dos opciones -la de andar ese día estaba completamente descartada: bien esperar un día a que despejara y doblar alguna de las 3 etapas que nos quedaba; bien bajarnos de la montaña, camino cuesta abajo de 3 horas, y abandonar el GR20.

La decisión no fue fácil. El guarda nos decía que aquello no iba a parar en tres días. Pero, al mismo tiempo, sabíamos que si abandonábamos tan cerca del final, quizá nunca volviéramos a terminarlo. Finalmente, en coordinación con Inne, Hans, Guillaume y Constance, decidimos bajar a la civilización. La prudencia es fundamental en la montaña. 

Salimos del refugio y en la primera y única cuesta arriba nos cayó todo el granizo del mundo. Después de eso nos esperaban casi tres horas de bajada entre auténticos ríos de agua, lodazales y resbaladizas piedras de granito. Sobrevivimos habiendo besado más de una vez la pacha mama (madre tierra).



Al final del camino, además de las zarzas -donde dimos buena cuenta de sus moras-, nos esperaba Cozzano. Pequeño y singular pueblo corso, con varios establecimientos rurales y en el que conseguimos encontrar un apartamento para seis con lavadora. Montamos nuestro chiringuito, fuimos de compras en la tienda, interactuamos con los propios en el bar tomándonos una Pietra -cerveza corsa con sabor a castaña- y hasta negociamos transacciones financieras con la boticaria del lugar. El amargo sabor de boca por haber tenido que dejar las cumbres y el GR20 empujados por el mal tiempo se matizó entre animadas conversaciones en inglés, francés y castellano. Ah, y por la cena regada con vino tinto. No voy a decir que fuera bueno, porque no fue así, pero animar desde luego que animó.



Nuestro objetivo a partir de este momento era otro. Había que llegar a la playa, dejar atrás el mal recuerdo de la borrasca, que estaba causando las peores inundaciones de los últimos 30 años en las zonas costeras de la isla, y disfrutar del descanso merecido. Habrá que esperar a la última entrada del viaje para eso...

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